En las fauces de un filósofo
No puede haber cosa más
descarriada, en el siglo 21, que hacer filosofía. Sin embargo, creo que de los
aciertos o desaciertos, todos se beneficiarán. Como en todo. Lo que se ventila
hoy, es la gratuidad, el donativo, mejor aún, si es de un intelectual, que por
el mismo razonamiento, es el único ser en la tierra, que por el avance de la
técnica, no merece vivir de su trabajo. Que, resulta no ser trabajo, sino más
bien hobbie, o pérdida de tiempo. Una
contradicción total.
Redimensión del bien
Antes que hablar de
dinero debo hablar del concepto de “bien”. Desde lo que de economía se sabe, el
bien es todo aquello que satisface necesidades humanas.
Y las necesidades se
dividen en primarias y secundarias.
Como bien le había comentado
a un cercano amigo, también curacionista, el bien debe ser
redefinido por el derecho, y la doctrina política. Ya que la sola satisfacción
individual o colectiva choca con el ideal de justicia y de bien común, que
supuestamente es el cimiento axiomático de la existencia de las instituciones.
El dinero
Moneda, cifra o valor de
cambio, a fin de la obtención de bienes. El dinero no es un bien, sino un medio
de acceso, directo o indirecto, a la satisfacción de necesidades y gustos.
La calidad de un bien,
por lo tanto, no puede medirse por la cantidad de “no bienes” que se desplacen
para su realización. En el derecho, esto es posible. En la economía, no.
El dinero, es la
resultante de la carencia de generación natural de bienes, y la necesidad de
una deuda previa, contraída por el poder estatal, a fin de administrar los
supuestos materiales escasos, y concentrar la riqueza(bienes), en pocas o
poquísimas manos: que se deben encargar, a su arbitrio de distribuirlas.
Cuando la política se
encuentra al margen de esa distribución, estamos hablando de la deficiencia del
derecho como amparo de la acción para el bien común. Es la primacía del dinero,
por encima de los propios valores humanos y la desvaluación progresiva de los
bienes naturales o autónomos generados por el intelecto, el esfuerzo o la
habilidad humanos.
La idea es convertir al
hombre en un buscador de dinero, y no en un generador de bienes para su
satisfacción; vendiéndole la idea de que alguien más procurará los bienes por
él.
Lo que debe ser un bien
Estando la situación así,
lo que debe ser considerado bien es todo aquello que favorece a una curación.
Ante la degeneración y descomposición total de todas las cosas, proceso
imparable. Bien es aquello que no favorece a tal proceso; y que, por el
contrario establece una curación o regeneración.
No son bienes intangibles
ni tangibles; son determinaciones para la solución de problemas de
degeneración.
Por ejemplo, ante la
necesidad de agua, el bien, según la economía sería “el agua”.
Para el derecho, el bien
lo constituye “la acción y el modo de proveer, de manera segura, sana y
confiable, el vital líquido a un individuo y su medio social”.
Si el derecho, toma al
bien “agua” sin más análisis, estaría versando su concepto, sus leyes y
principios a un simple intercambio o contraprestación, inaplicable al ámbito de
las necesidades públicas, de las cuales se encargan los servicios públicos.
¿La acción sustituye al bien?
Parecería que el nuevo
concepto de bien para la curación, simplemente substituye el objeto por la
acción para la obtención; sin embargo, el ideal de bien común, es ideal de
justicia, no de satisfacción directa, inmediata y de un solo día. Debe ser
permanente, si no es así, es un ideal corrupto, que se puede corromper,
terminar; de vida degenerable, incierta e inservible para la gente.
Durante mucho tiempo, la
solución inmediata, fue el modo de conquistar naciones enteras, previa
destrucción moral, estructural y material, por medios que la fuerza y el fuego
proveen.
Privar primero, para
proveer después. Un simple principio de guerra, aplicable en los tiempos
actuales. Sin embargo, si la provisión individual, se torna cada día más
difícil, la insatisfacción colectiva, llevará al caos, inexorablemente, por la
corrupción y descomposición de los bienes repartidos. Por su temporalidad e
imprevisión.
El bien por lo tanto, ya
no se divide en individual o colectiva. Es un solo bien, el que permite la
curación social, que es la solución de problemas individuales, por medio de la
armonía de la comunidad.
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