Lo que sostiene a todo poder, en la
corrupción sistémica, es el carácter de autenticidad; en cuanto a la
legitimidad de los hechos, actos o prácticas corruptas, a favor de los
administradores públicos.
Según la TGC, el poder, naturalmente
corrupto, necesita de una democracia verdadera ante el pueblo.
Esta
facilidad que tienen los administradores del poder, para interpretar una ley o
un artículo constitucional, a fin de aplicarlos en forma interesada, es lo que
conduce, inexorablemente, a la consolidación de la corrupción sistémica en los
gobiernos.
Este
es un problema en toda Latinoamérica,
por la supuesta primacía de la economía sobre el derecho; creencia, empírica y
mal intencionada, que viene convirtiendo a los políticos en politiqueros, simples
ordenanzas del poder fáctico, por no llevar en cuenta los principios que rigen
la sana convivencia; substituyéndolos por postulados comerciales y seudocientíficos.
Toda
Ley tiene dos caras: una de justicia y otra corrupta. Aunque el artículo sea
constitucional, integrado plenamente a todas las leyes menores, a la hora de
aplicarse, puede tener preponderancia el factor ignorancia, que conduce al prevaricato, a la mala aplicación, normalmente
relacionadas con la corrupción y sus andamiajes en el poder público.
Nuestro
país, a través de esta doctrina curacionista política, va teniendo claridad,
libertad y virtud, para poder vivir una verdadera democracia, superando así,
las prácticas de país bananero. Vicios que hasta hoy siguen en toda la Región,
que causan daño irreparable al pueblo; afectando a los más necesitados de la
Región: los aborígenes y campesinos, cuya ecología y ecosistemas son alterados
impunemente.
La
Cámara de representantes del país, suma un nuevo imputado, por corrupción
sistémica; así como varios funcionarios de la INC. Ahora esperemos la mano de
los encargados de la justicia, que deben juzgar a empleados públicos, que han
cometido, supuestos hechos, actos o prácticas, que se encuadraban,
aparentemente, en la total legalidad. Por encontrarse dentro de las
atribuciones de sus cargos.
Eran
trampolines para lograr un escaño en la politiquería: como resulta así en el
comercio, cuando se venden materiales de construcción.
Nos
gusta la democracia participativa y social, en libertad; pero con un Estado de
derecho capaz de corregir las “bromas” de los politiqueros, que día a día nos
informa el cuarto poder, para tratar de ir disminuyendo la ignorancia en la
ocultación del poder. Donde se confunde la legalidad del cargo, con la ilegitimidad de sus actos, hechos
y prácticas, al servicio de la gran corrupción.
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