La falta de principios,
sobre la identidad nacional, nos hace cometer muchos atentados culturales:
sobre los bienes públicos, que deben ser respetados por todos, para tratar de
levantar la conciencia colectiva; tan denigrada a través de la corrupción
sistémica.
Según la TGC, si la
cultura de un pueblo está avasallada, por los poderes fácticos, hay injusticia.
La promoción comercial
siempre, ha destruido las reliquias de los pueblos; para ganar más en corto
tiempo, sin importar el valor de tales monumentos para el país. Empeorado por
la paupérrima situación de nuestro pueblo, que necesita, más que ningún otro,
de alicientes históricos que eleven la autoestima colectiva, fundamental
requisito para transitar el camino del desarrollo.
Al carecer de cultura, los
mismos encargados de algunos servicios públicos, puestos de “upa” al ser amigo,
compadre o correligionario, no tienen ningún empacho en destruir o entregar,
todo principio de origen de nuestra nación.
Esto es visible, en los
recientes proyectos de ley aprobados, que demuestran la absoluta falta de
responsabilidad y la burda copia que representan. Poniendo la supuesta solución
de un problema social, como causal, para luego convertirla en un simple medio
de recaudación, a beneficio de la corrupción sistémica; con su caballito de
ignorancia, tan difundida y aceptada.
Esta democracia
participativa, en libertad de acción y pensamiento; sobre un principio del
Estado de derecho, va decantando a todos los partícipes, principalmente a los que
están en el poder.
La justa protesta de los
trabajadores y estudiantes, contra el abuso del transporte público; nos
demuestra, que la cultura democrática del país, está comenzando a florecer,
para ir luchando cada vez más, contra la corrupción sistémica y la ignorancia,
que no permiten progresar a las naciones.
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