Mucha gente se ríe y considera igual decirle: Que la política
es importante para ir disminuyendo la corrupción sistémica.
Según la TGC, la
política, a través del poder es el único medio, capaz de reducir este flagelo,
en toda sociedad.
Para la gente, concebir esta idea resulta imposible, porque
al decir política, normalmente se relaciona y confunde, con los actores
políticos.
El político, en realidad es la persona que dedica su tiempo, para
poner en ejecución la actividad política.
Nuestro sistema democrático, representativo, con libertad de
acción y pensamiento, a través del cuarto poder, por primera vez en nuestra
historia; está exigiendo, cada día a nuestros políticos: Al denunciar sus “travesuras”
en perjuicio de los bienes públicos, así como para demostrar la burla política.
El bingo perfecto de siempre: tomar un cargo para asaltar
otro; en nombre de una democracia; total, con plata del Estado, se puede
simular ser representante, para conseguir otro de mayor emolumento, o buscar
obtener beneficios personales económicos, por influencia de su investidura.
Todo esto, no es otra cosa, sino corrupción sistémica,
intraley. A nivel nacional, por la inacción de la dirigencia política, sumado a
la falta de civismo acumulado en décadas de silencio e ignorancia.
A ver si de una buena vez, no tratamos los paraguayos, de
superar esta burla política, de abandonar un puesto, donde fue electo, con
sueldo y beneficios; para hacer campaña para captar otro cargo electivo.
Deben ser sancionados por el pueblo, ya que al parecer,
nuestros representantes desconocen la ética y las buenas costumbres en
sociedad.
En la democracia, existe la posibilidad de ir corrigiendo
estos deslices de los politiqueros.
Tanta bajeza se ha cometido y tolerado ya, en nombre de la
política en nuestra sociedad: Los Tribunales siguen recibiendo escritos, en
ejercicio de la profesión, de senadores y diputados, o de otros cargos;
pretendiendo, igualarlos con los demás profesionales.
También conocemos de la protesta generalizada, a causa del
abuso de estos politiqueros, en la administración; muy bien amaestrados en la
ignorancia y la ocultación, para burlar a la política de un país.
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