Cada día se descubren
nuevos fraudes, en contra del sufrido patrimonio del Estado. Prácticas, hechos
y actos de corrupción sistémica en Paraguay.
Si empezamos a sumar,
todos los casos investigados y denunciados; tendríamos el equivalente— incluso
sobraría dinero— al gasto público nacional.
Parecería, ajustarse a la
calificación de “país más corrupto de Latinoamérica”: cuya única motivación es
el afán de recaudar.
Según la TGC, para tratar
de revertir ese mote, como país, se debe mejorar la interpretación y aplicación
del derecho positivo.
Al tener este principio de
ciencia, de estudio específico del fenómeno social de la corrupción, nos damos
cuenta que la corrupción es transversal a muchas disciplinas: jurídicas, sociales,
políticas y económicas. Aplicable tanto en Paraguay como en el mundo.
Pero, es indudable que
donde más se siente, este flagelo, es en los países subdesarrollados: por el
caldo de cultivo perfecto, generado por la ignorancia en la ocultación del
sistema.
Nuestra democracia
participativa, en libertad de acción y dentro de un Estado de derecho, con la
ayuda del cuarto poder, va dando sus primeros frutos: Ir abriendo la participación
del pueblo, único capaz, en Asamblea permanente, de velar por los intereses del
“bien común” de la República.
Por ejemplo, exigiendo a
los funcionarios públicos, encargados de administrar bienes del Estado, el
cuidado y la responsabilidad, en caso de probarse el mal desempeño en sus
funciones; más aún, cuando se tratan de delitos de corrupción o prevaricato flagrante.
Aquí se ha monopolizado la
corrupción sistémica, en todos los gobiernos pasados: en nombre de una
democracia “bananera”; hoy develado ante el mundo, por nuestras propias
autoridades, demostrando que el único objetivo era recaudar, en contra del Estado
y amparados por partidos políticos.
La política en boca de la
gente, en general, es la actividad más oprobiosa: Porque esa es la enseñanza,
que la corrupción sistémica global, ha inoculado en la población, de modo a
degradar, psicológicamente, a la juventud, con promesas incumplidas y así,
provocar su desinterés.
Solo en Paraguay, tal vez,
se permite a un Ministro, elevar el precio de un bien público, sin saber la
causa real de su costo. Con el único afán recaudador, a favor de la corrupción
sistémica, con la ayuda y la mano de obra de la ignorancia, en la ocultación de
los sistemas de poder.
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