La tibieza en el cuidado
de la política internacional, está demostrando al mundo, el perjuicio causado
por la corrupción sistémica; a un país que desde su nacimiento, luchó y trató
de ser independiente, libre y democrático en Latinoamérica.
Según la TGC, los grandes
perjuicios causados por la corrupción sistémica, deben ser estudiados a través
de una metodología propia y autónoma; esto es, una nueva doctrina
jurídico-política. Esa es la única manera real de disminuir el flagelo.
Si la corrupción es hoy, el objeto de una nueva ciencia,
transversal; es de esperar, que fácilmente
tenga su incidencia directa, como fenómeno político y jurídico, en todos los
tratados suscriptos entre las naciones. Con la probabilidad, permanente, de
causar cuantiosos y estratégicos daños, en perjuicio de los pueblos.
Esas consecuencias—los
daños— que ocurren en un sistema democrático, de carácter “bananero”, se hacen
pasar como “cuestión política”. Manejada a platazo
limpio, para hundir definitivamente, las posibilidades de desarrollo, en el
mediano y largo plazo.
A esta realidad, nuestro
país debe sumar que es considerado, como “el más corrupto de Latinoamérica”. Con
esa situación, la corrupción se convierte en mucho más que un fenómeno
criminal, para constituirse en un hecho cultural y político permanente.
Obligado, por la
globalización de la información, y al ser autor de la primera teoría general de
la corrupción, y de la primera doctrina anticorrupción: posicionado en tal
sentido como primero en la WEB. Debemos seguir dando pistas que nos permitan,
comprender con toda exactitud, la magnitud de los perjuicios para el pueblo.
Si el gobierno no trata de
corregir el viejo sistema, en detrimento de todos, al no respetar el marco
jurídico y constitucional de los Acuerdos internacionales, seguirán sumándose
los “monumentos a la corrupción”.
Al año perdemos el
equivalente de nuestra deuda externa pública; por la corrupción sistémica en
las dos Hidroeléctricas. Y la gente vive cada vez peor.
Es hora que empecemos a
intercambiar, los bienes primarios, con nuestros vecinos. Haciendo respetar
nuestro derecho. Así como queremos una mejor vida en el futuro, para nuestros
hijos. No seguir dándoles la mala enseñanza, de aceptar cualquier condición, y
esclavizar a la generalidad. Negándoles la posibilidad de crecer como seres
humanos.
Tenemos el amparo de la
democracia representativa, constitucional, que garantiza la vigencia de la paz
entre países vecinos; respetando su autonomía, buscando lo más justo para cada
pueblo. No más monumentos a la corrupción: que constituyen dictaduras y totalitarismos,
de tinte económico y fáctico, que atenta contra el orden constituido de la
República.
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