El buen uso de los bienes
públicos, permite el bienestar ciudadano. Y la corrupción sistémica nubla esta
posibilidad, principalmente, con mayor insistencia, en el tercer mundo; así es
como se impide el paso hacia el desarrollo.
Según la TGC, si el poder,
cuya estructura es democrática en libertad, respetando el Estado de derecho,
permite la participación de la gente, en la comprensión de este flagelo: la
ignorancia podrá ir disminuyendo, para mejorar la convivencia.
La influencia que resulta,
del abuso de poder, no se controla ni sanciona. Ni a los ejecutores directos,
ni a los que omiten ver; mucho menos a los planificadores. Así es como los
actos, hechos y prácticas se sistematizan en las instituciones, sin que ninguna
alma buena, que esté dentro de ellas, pueda evitarlo.
La corrupción sistémica,
por lo tanto, acogota a los ciudadanos y los vuelve incrédulos, para buscar
cualquier bienestar, ya sea éste público o privado.
Lo contrario ocurre para
los “aliancistas”, que buscan unir el patrimonio público con el privado. El
público, para cubrir los gasto, el privado, para acumular las ganancias. De esto
puede hablarse, largo y tendido, por hechos recientes, que han causado ingentes
perjuicios.
Uno de los mejores reflejos
de la corrupción sistémica, está en el campo; donde los campesinos, lejos de
tener algún viso de solución al problema de tierras, siguen siendo abandonados,
forzándolos al exilio o la migración desordenada.
Los implicados en hechos
de corrupción, que han roto la sensibilidad nacional, siguen teniendo para
fianzas y garantías reales; a la vista de la ciudadanía desprotegida.
Ignorancia y ocultación, a
nombre de la corrupción sistémica, amparada por el poder público. Aunque
parezca una verdad irrefutable, el pueblo debe ir manejando estos conceptos a
la perfección, si es que, alguna vez, queremos ser civilizados como sociedad.
La responsabilidad de toda
buena administración, estatal, se nota cuando los ciudadanos pueden obtener su
bienestar lícitamente. Por eso el pueblo, debe estar atento, en la democracia,
a fin de ir disminuyendo paulatinamente el flagelo de la corrupción sistémica,
que obstaculiza todo adelanto para el país.
Es hora de atender y
cuidar de lo nuestro; tanto de lo construido, como de la naturaleza: los
bosques y cursos hídricos.
No se puede seguir
teniendo, poblaciones sin agua e indígenas abandonados a su suerte, sin
posibilidad de salir adelante en sus propias comunidades. Al ser controlados
sus territorios, por agro tóxicos y agro negocios. Por las infinitas
plantaciones de soja, fumigadas sin cumplir ninguna norma de salubridad ni
cuidado. El interés es la medida de toda acción, por lo tanto, con corrupción
sistémica, no puede existir bienestar ciudadano.
Es incongruente, pese a la
fumigación que se siga haciendo a las plagas, y, últimamente, también a la
pobreza extrema.
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