Al entrar en el campo
político, la “reforma agraria” podría decirse que es, la “niña bonita” de los programas
electorales. Del accionar de los
políticos; sea cual sea, el sistema en el que se desempeñen, unipersonal o democrático.
Cualesquiera sea la ideología predominante en el mundo.
La corrupción sistémica
tiene allí, su caldo de cultivo perfecto, esperando la movida de los
politiqueros.
Según la TGC, la ignorancia
es el elemento que eclosiona constantemente; en la ocultación de la estructura
de poder.
Aquí hemos tenido grandes
reformadores, en los papeles y computadoras, que luego, al pasar los años,
encontramos que el campo y los indios, siguen en igual o peores condiciones.
Ante la farsa diaria de los entes públicos, reconocida por la ley.
Se ha llegado al punto
límite, de que dentro de la corrupción sistémica, se hayan presentado renuncias
masivas, en los ministerios; sin causa aparente; sin ninguna investigación del
órgano ejecutivo.
La persecución fiscal, está
teniendo sus efectos, pese a los sobreseimientos diarios y las fianzas,
otorgadas en estos casos. Ni hablar de pensar en devolver lo “afanado”. Total,
muy pronto habrá otro y los amigos, parientes, correligionarios y afines, en
nombre de la democracia, olvidarán tales “accidentes políticos”. Simplemente se crearán nuevas reparticiones;
total, la reforma agraria puede esperar, pese a ser una institución, de rango
constitucional y no de ficción jurídica, como al parecer lo interpretan los
gobernantes actuales.
De “las Estancias del Estado”,
pagadas y mantenidas por todo el pueblo, es de donde, “llamativamente”, salen
las mejores especies genéticas, para las diversas razas ganaderas. Dando un
ejemplo magnífico, de la eficiencia de la cooperación “público-privada”. Donde
los riesgos, a la hora de experimentar e investigar, los corre el Estado; los
frutos, deben ser percibidos por el sector privado, una claque reducida de
vividores, para así, encontrar la “paz social”.
En eso consiste la
corrupción sistémica; alcancía de los politiqueros. Los sufridos campesinos e
indígenas son acallados, con migajas. Como decía un labriego, “peor es nada,
total la política para mí, no existe. Mucho menos la tal “reforma agraria”.
Esta verdad, en toda la
campiña, florece sin ninguna planificación para contrarrestarla, al menos.
Ninguna enseñanza llega hasta ellos. Si aparece alguien con buenas intenciones,
termina huyendo, al poco tiempo, harto de tantas “quijotadas” vividas por las
promesas incumplidas.
Hay mucha necesidad,
aparente de agua dulce, en el mundo, sin embargo, la misma está siendo
exportada a otros lares, a precios siderales, por los hábiles comerciantes de
frontera. Sin pagar, tal vez, el mínimo valor al fisco.
La promoción es grande a
favor de los de tierra adentro; pero, en la reforma agraria, sigue dominando la
realidad de la ignorancia y la corrupción.
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