En Latinoamérica la inversión
pública es el negocio más rentable, a favor de la corrupción sistémica; desde
tiempos inmemoriales, gozando hasta hoy de buena salud social.
Según la TGC, la ignorancia en
la obscuridad del poder, administra la estructura y legaliza todo. Hoy el
pueblo está inquieto al ver la gran diferencia, entre las obras que fueron
aceptadas con un precio, pero que al momento de la entrega, los costos subieron
por las nubes. Eso es corrupción sistémica en los poderes públicos.
Allí radica la diferencia
también, entre la pequeña corrupción y la gran corrupción; en la primera los
actores, de las prácticas corruptas, son sorprendidos. Mientras que los
ejecutores de la gran corrupción ni siquiera son nombrados.
Esta realidad en la inversión
estatal para obras públicas, deja a la estructura de gobierno ingentes
ganancias económicas, para seguir comprando conciencias a favor de la
politiquería barata, en una democracia de boca.
Total, el pueblo lo termina
pagando durante largos años.
También existen las inversiones
figurativas o de papeles, a nombre del Estado. Hoy los jóvenes comienzan a
cuestionar, por ejemplo, la no verificación de las mejoras prometidas con el “fondo
para la educación”, del cual solo se sabe el desembolso, más nada sobre la
aplicación del dinero por parte de los municipios y gobernaciones.
Ahora los amigos, empiezan a
repartirse la plata del IPS, total los trabajadores aportantes, mañana pueden
estar en quiebra y aquí no pasa nada. Seguiremos aceptando abultados reajustes,
para saldar los perjuicios ocasionados por la libertina inversión pública realizada
con el sistema de la corrupción.
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