Podríamos
decir que ambas utilizan, al ciento por ciento, a la opinión pública a través
de la percepción en la vida de toda civilización.
Según
la TGC, todo poder debe ser capaz de
controlar y disminuir la corrupción sistémica en una democracia, si es que no
quiere ser desbordado por ella.
Aquí
siempre se utilizó a la percepción para obtener votos, política criolla
caracterizada por el ofrecimiento de los cargos públicos al mejor postor, lo
cual lleva a la sistematicidad corrupta.
No
existe doctrina ni motivo ideológico: Es solo recibir el “tantum” a nombre de
la politiquería, distrital, departamental y nacional.
Esta
costumbre cada día va rapiñando más, lo poco que se tiene como bienes públicos.
Hasta llegamos a conocer intendentes y funcionarios públicos diciendo tener “buena
fe en sus gestiones ante el pueblo; que lo hecho por sus subalternos no es su
responsabilidad”
Sin
embargo, la lucha política debe ser el norte de toda buena democracia; pero las
mentiras, tratando de utilizar al cuarto poder, trucando fotos, no ayuda al
avance en calidad cívica, y, por el contrario, otorga nuevos bríos,
justificando, la metodología clásica implementada por la corrupción sistémica.
Ya
tenemos suficiente con los altos intereses cobrados por los bancos nacionales,
en los préstamos “para el desarrollo”; supuestamente a favor de los
necesitados, pero que terminan como simples préstamos de consumo para los
asalariados. Con ese desvío, no se ayuda en nada, para paliar la necesidad de
trabajo para el pueblo.
Siempre
en nuestro país, el problema ha sido las altas tasas, usurarias, de entidades
financieras; incluso, el mismo comportamiento puede observarse en las
asociaciones y cooperativas, sin importar un tal sentido social.
Una
persona que se adhiere a una de estas entidades, esperando algún tipo de
solidaridad, sin embargo, termina recibiendo un tratamiento igual o peor que la
de un banco de plaza. La responsabilidad solo rige para los riesgos, no así
para los dividendos, que terminan siempre en fastuosas obras sobrefacturadas.
Al final, los socios deben estar cuidando de sus directivos, a quienes pagan y sostienen.
Además,
es normal que los directivos sean consumidos luego por el oportunismo político,
que es un disfraz de la corrupción sistematizada vigente.
Es
hora de tratar de corregir nuestra política y enseñar al pueblo el camino de la
claridad, la libertad y la virtud, con una doctrina democrática, para ir
disminuyendo la ignorancia en la política nacional.
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