Nuestro
país ha sido golpeado desde sus inicios, como país libre, hasta hoy; sin
posibilidad de salir adelante, por la corrupción sistémica; cuyo elemento abre
sus puertas a favor de nuestros vecinos: cediendo nuestros recursos naturales y
sus productos.
Según
la TGC, al constituirse el poder en la estructura material, para que se
desarrolle la corrupción, la única alternativa para disminuirla, es que un
gobierno trate de respetar el Estado de
derecho en democracia.
Fuimos
formadores de grandes tratados internacionales, como el del “MERCOSUR”,
pero a la hora de su cumplimiento, somos dejados de lado, en perjuicio de
nuestro pueblo.
A
veces sabemos que nuestros politiqueros fueron los entregadores, de las riquezas naturales de todos los paraguayos;
acostumbrados a abrir sus puertas, a escuchar, y luego, ser burlados a la hora
de exigir lo prometido.
Hemos
esperado cuatro décadas para recibir un precio justo sobre lo producido en las hidroeléctricas;
esperemos que no se vuelva a encadenar en nueva deuda al país, en manos
de nuestros vecinos: los “progresistas”.
Tanta
es la corrupción sistémica en el país, que el IPS nos muestra la bajeza
de hacer esperar, hasta tres meses a un asegurado, para lograr una atención
médica especializada.
Un
Ministerio del Trabajo sin potestad para pedir ni recomendar, porque aún no
está asignado en el presupuesto.
Lo
único que se sigue dando al pueblo es confusión y estado de “cháke”. Tan común por el hambre de los seudopolíticos,
de ser conocidos internacionalmente, ya sea, por la pérdida generada en las
binacionales o por las grandes producciones contaminantes para el ser humano y
el planeta.
Pero siempre demostrando la “verdad” de ser mejores, sin importar la ecología ni la salud de los habitantes, que se deben conformar con las sobras.
Ni
que hablar del atentado contra el hábitat natural de los aborígenes; sus
territorios ancestrales. Lo cual viene de película, a la hora de hablar de la
tan mentada “reforma agraria”.
Cada
día existen nuevas creaciones, de la ficción administrativa, afectadas
directamente por la corrupción sistémica; lo cual, está volviendo cada vez más
dificultoso, y, hasta imposible, recuperar el dinero desviado, en estos más de
dos decenios de democracia. No porque no se haya verificado el perjuicio
patrimonial al erario, o se desconozcan a los responsables; sino porque hasta
el mismo daño al Estado, ya se tenía presupuestado, un ejercicio fiscal antes.
Es la
magia que producen, la ignorancia en la ocultación, en un sistema de
poder.
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