Parece
un contrasentido, que la “buena fe” sea tan usada para mover la corrupción
sistémica, en todo el mundo, principalmente al interpretar una norma jurídica.
Según
la TGC, la corrupción sistémica, suele tener incidencia directa en cuanto a interpretaciones
se refiera, con respecto a los actos, hechos y prácticas corruptas.
Está
“buena fe” es una norma eminentemente ética, puesta al servicio del derecho
para mitigar, a veces, el mismo rigor del cuerpo legal; que solo busca la
equidad y es obligatorio.
Esta
realidad en nuestro sistema judicial, nos presenta grandes prevaricatos,
cometidos por los juzgadores de un hecho, en sus sentencias.
Normalmente
al demostrarle el error a los jueces, la común respuesta es “para eso existe la segunda instancia y
también la Corte Suprema”.
Difícil
situación la de un ciudadano, para esclarecer estas verdades; para conseguir su
legítimo derecho ante una justicia técnicamente atrapada en la corrupción
sistémica.
En
esto Latinoamérica es campeón, según las encuestas de entidades reconocidas, sin
criterio científico, pero contrapesado con la propaganda de la percepción.
En
fin estamos recibiendo grandes visitas, de respetables damas de la alta democracia, reconociendo que
estamos mejorando en este sistema; ante el pueblo y el poder. Controlando un
poco más la broma de los politiqueros, en las distintas cámaras.
Somos
conscientes de que apenas hemos comenzado a gatear, hacia una verdadera
democracia participativa y social, según los establece nuestra Constitución de
la República. Pero el pueblo sigue preocupado, tal vez, al pensar que los
imputados por el delito de corrupción, en los hechos, actos y prácticas,
terminen impunes y que no se puedan reparar los perjuicios causados al erario
público.
Tanta
es la tempestad de la corrupción sistémica, cuyos raudales hasta a los turistas
los lleva al otro mundo, a su paso por la ignorancia en la ocultación.
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