El mayor problema de la
democracia, siempre fue la corrupción sistémica; entre familia y amigos del
poder en sociedad.
Esta
característica de la acción en este flagelo mundial, fácilmente se puede
confundir con la mafia: organización
privada dedicada al crimen a gran escala. Ya que también existen familias
enteras que las sostienen. Pero existe una gran diferencia, en el grado de
incidencia directa en la política y la economía de un país; además del poder de
decisión judicial y administrativa.
Según
la Teoría General de la Corrupción,
cuando el poder a través de la política, acciona sin respetar los principios
constitucionales, desaparece la democracia como tal.
En
nuestro país siempre ha costado lograr la buena justicia; por la singularidad
de que todos son parientes o amigos; padrinos o compadres; en fin, nos
conocemos todos. Siempre existe algún parentesco en la política criolla.
Ahora
con nuestra novel democracia, participativa, en libertad de acción y
pensamiento, por medio de la prensa, se está molestando a muchas familias muy
bien posicionadas en la política; pero que están seriamente comprometidas en la
corrupción sistémica, según puede leerse en las imputaciones fiscales y los
recientes seguimientos administrativos de identificación de inmuebles, por
parte del INDERT.
Se
ha confundido fácilmente el patrimonio familiar, con el del Estado, al cual se
estuvo obligado, en su paso por los cargos públicos, a cuidar y defender
constitucionalmente, como lo impone el orden normativo.
La compra de conciencia, a
través del voto, hizo nacer una gran cantidad de politiqueros, en toda nuestra
geografía; desde la brusca
conversión democrática, de facto, durante largo tiempo.
El
paso de empleado a operador; y de éste a ejecutivos con poder político, resta
toda posible autonomía; lo único esperable en tales condiciones son el maniqueísmo
político y las marionetas de escena gubernativa.
Ahora
con este viento de claridad, libertad y virtud, las redes de politiqueros están
poniéndose frente a frente, en una lucha encarnizada por continuar con los
privilegios indebidos e impunes.
Sobre
el río Paraguay, mayormente, se han otorgado tierras, tanto en la venta como en
las concesiones a plazos inusuales;
bienes públicos no sujetos al comercio.
Siempre
la política paraguaya, se ha manejado sin doctrina; y allí pueden verse los
penosos resultados: del desvarío ideológico a los apurones.
Pero
los que sí han tenido una doctrina, pero de la “apropiación público privada”, son las familias privilegiadas,
algunas de las cuales incluso hoy, son dueñas de la interpretación jurídica
nacional: donde prima la “buena fe” para la adquisición irregular de bienes
inalienables del Estado, establecido por nuestra legislación.
Esta
práctica de la corrupción sistémica, nos está mostrando nuevos actores cada
día. Familias enteras que defienden el sistema, arguyendo incluso, persecución
en democracia. Es que la ignorancia en la ocultación, sigue siendo una buena
estrategia, por ser elemento básico, con o sin fueros, para la manutención del
esquema socio político.
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