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La corrupción no puede "desaparecer"

Tal vez no les guste a los floristas y demagogos de la política, que la corrupción sistémica es imposible erradicar. Porque si desapareciera, la vida misma perdería condimento, tanto como su progreso social.

Según la TGC, mirando a la corrupción en un sentido ético, se puede confundir con el cumplimiento de las propias normas de derecho.

La ética es la fuente natural de una correcta convivencia, pero no es exigible a la gente; es un estímulo para valorar, en bien de todos, sin otro deber social directo.


La corrupción sistémica principalmente utiliza, manipulando esas normas, al cometerse hechos, actos o prácticas de corrupción, en las distintas administraciones del poder público. O sea, nadie puede discutir la importancia que tiene la ética en el contenido de toda disposición jurídica. Pero en contrapartida, la realidad nos muestra que al aplicarse el derecho, la interpretación estricta e interesada de los administradores, lleva a la injusticia. En perjuicio del Estado o de un particular.

Si aplicamos solamente la ética discursiva y de exhortación, jamás conseguiremos solucionar, alivianar o “erradicar” la corrupción de los poderes. De seguir este rumbo, cada encargado implicado, saldrá a plantear siempre la “persecución política” o la “desestabilización” de la democracia; del atentado contra los partidos tradicionales y otras expresiones similares.

La Justicia debe empezar a exigir el cumplimiento de las normas internacionales, por los hechos, actos y prácticas de la corrupción sistémica en el país, cuyo elemento central es la ignorancia en la ocultación del poder, en cualquier sistema político.

Esto nos obliga a conocer científicamente al flagelo, para poder curarlo paulatinamente.

La corrupción es como la liana de los bosques tropicales, necesita de cuidado y defensa constante para no matar a los árboles prometedores.

En la politiquería ocurre la misma función en toda Latinoamérica, cuando de corrupción sistémica se trata.


Paraguay es la niña bonita hoy, por sus dos hidroeléctricas, entre las más grandes del mundo. Pero sigue dirigido y representado, con la boca de demagogos y politiqueros sin industria alguna, salvo la constante iniciativa de aumentar chatarras de empresas licenciatarias, contaminando el propio tejido estructural de los trabajadores del país.

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