Ejecutivos del
subdesarrollo
“Si los representantes
de los poderes son corporativos,
aumentará la corrupción”, decía un
pilarense preocupado.
Según la TGC, la ignorancia puede modificar, crear y
negar todo principio del derecho.
Este sistema
corporativo puede apañar y manejar la corrupción sistémica, a través de la magia de la ley.
También, un corporativo
ético puede “mejorar” notablemente la justicia; pero en los países subdesarrollados, donde las necesidades
económicas no tienen límite, al servicio de la administración de los poderes; volviéndose una gran camarilla de
pícaros y acomodados, prontos para el ataque.
La comprobación
ciudadana
Afortunadamente esta postura en la democracia, con libertad
de acción y pensamiento, puede ser
visualizada como ideología parcial;
que se reduce solo a los llamados politiqueros y de su entorno.
Se presenta como una gran
fuerza ante la opinión pública, pero perdiendo por goleada, en cuanto a los intereses creados, caldo de cultivo
perfecto para cumplir la realidad.
“Estos corporativos
le van a pasar factura a los
perdedores, ante tanta verdad de los actos,
hechos y prácticas corruptas”, explicaba el demócrata de tierra adentro.
Con el ejemplo de la FIFA,
se muestra de cuerpo entero la ideología
corporativista aplicada a la política, un mal proveniente de la corrupción sistémica, en el corazón de
los Estados.
Reconocimiento
político y publicidad
Mientras los encargados del cuarto poder, siguen pidiendo y exhibiendo resultados del sistema corrupto, galopante en todo el
país.
Los parlamentarios abren una nueva ventana, comentando la compra de los acuerdos de los
acomodados; por el día de la amistad,
que es creación, precisamente de un paraguayo.
Indudablemente este flagelo,
con promesas, jamás puede bajar en el mundo y menos en un país como el nuestro,
donde la ignorancia deliberadamente
justifica, cualquier delito cometido por funcionarios.
Nuestros pueblos
originarios están en pie, para exigir sus legítimos derechos, ante los otros
pueblos y los campesinos van comprendiendo la dura realidad de las promesas
incumplidas. Este es un principio del gobierno
corporativista.
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