Conocimiento de
estado público
Un parroquiano de Ca’aguazú
me explica: “Hoy vivimos y aceptamos a
los corruptos, con nombre y apellido; ¿y la
justicia?”.
Según la TGC, la ignorancia,
que está siempre en movimiento,
obliga al poder a manifestarse en
dos únicos sentidos: auto-conservarse por medio de ella, o perder parte de su estructura podrida, aún a costa de su
conservación parcial o total.
La opinión pública
diariamente es capaz de administrar mucha información,
con más razón si el sistema de gobierno respeta la libertad de acción y
pensamiento; buscando construir una democracia
de verdad, protegiendo a los protagonistas y enseñando a los jóvenes: en el
respeto del bien común a favor de
todos. Con un Estado de derecho
capaz y actuando lo más rápido posible en casos de “coerción”, para evitar la falta de credibilidad de esa misma
administración de buen vivir, para el desarrollo del país.
Cuarto poder e
inseguridad ciudadana
La prensa está
demostrando mucho interés a favor de la gente, al informar la verdad, con claridad, libertad y virtud.
—Nuestra mayor preocupación en el interior es la inseguridad y el poco interés de los llamados funcionarios.
Lo peor es que somos pocos y nos conocemos todos, así es como, rápidamente, también
conocemos a los protectores del ilícito
—describía con justeza el ca’aguaceño.
Ninguna corrupción sistémica deja de proteger: los actos, hechos o prácticas de los
corruptos, haciendo dudar a la población sobre la coercibilidad del derecho y de la ley.
Ignorancia jurídica y
política
Sujetando la interpretación
de las normas, a la oferta y la demanda, apañando a los poderosos y aplicando abuso de derecho contra los
menesterosos, llenando cárceles, que actúan de tragamonedas sin plano alguno.
Una buena propaganda
política calma a la ciudadanía y mantiene a la vista del país, a los
imputados, en sus lugares, impartiendo y compartiendo la “alta honorabilidad” de ser representantes sin ética.
—Hemos crecido en la democracia,
asegura la mayoría; pero necesitamos sanear
a los administradores, siguiendo, tal vez, el viento de los vecinos del Río de la Plata —remarcaba.
La costumbre de dar nombres
y apellidos de los supuestos imputados, de la corrupción sistémica; para
luego de un tiempo verles, más robustecidos en sus cargos y pidiendo, a través de la politiquería, hasta la reelección,
es lo que permite burlar toda coerción, en nombre de “una supuesta democracia”.