Nuestro
país, como Estado, tan caracterizado por las improvisaciones, en casi todo el
quehacer social, comienza a producir un alto desprecio; sobre todo en los
nacionales, por el imperio de la corrupción sistémica.
Según
la TGC, la estructura del poder, con mucha ignorancia en el manejo, crea la
injusticia.
Estas
improvisaciones, las hemos visto, en su grado máximo, en la época totalitaria;
en la dictadura unicolor: donde las ideas se dirigen y están obligadas a
congraciarse con el régimen, pese a que los jefes o popes, sean grandes
improvisados. Pero siendo leales, a quienes mandan en el país, les bastaba y
sobraba.
A la
caída de este régimen dictatorial, el país simula una democracia acomodaticia o
bananera, según la conveniencia de quienes detentan el poder y los negocios a
él relacionados; adquiridos como herencia del privilegio, en la tiranía pasada.
Pero la
voluntad del pueblo, a vivir en una mayor y mejor democracia, ha logrado ir
superando las falencias, que obstaculizan el progreso. Para tener una clara
justicia, única capaz de bajar la corrupción.
La
falta de lectura y creatividad, hace surgir a ‘grandes improvisados’, con pretensiones
de modificar hasta las costumbres de libertad: cayendo en el totalitarismo, a
la hora de recomendar el freno al desinterés por lo nacional.
Para
eso, ya existen muchos representantes, en ambas Cámaras, siguiendo en su
profesión de comunicadores, no la de legisladores. Es decir, si los
proyectistas de tamaña barbaridad, que pretende ‘ordenar’ todo como en la
dictadura, ni siquiera están cumpliendo de buena fe con su representación: ¿qué
ejemplo puede encontrar el pueblo, para que sus hijos busquen primero lo
nacional?
Debemos
dejar fluir ideas y evitar las improvisaciones, en pro de simples golpes
mediáticos; para superar la ignorancia oscurantista, que es tendencia natural
del poder omnímodo, ya sea individual o colegiado.
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