“Nuestro país debe ser, uno de los pocos
del mundo, donde se sabe con precisión, el monto de lo defraudado; pero, sin
que la justicia llegue. Pasando a formar parte de la corrupción sistémica del
Paraguay”, me decía con vehemencia un poblador del Alto Paraná.
Según la TGC, si la ignorancia en la
ocultación del poder, hace estragos del mismo, la injusticia es reina.
Hubo tantos hechos, actos y prácticas de
corrupción sistémica, en ese largo día
del poder de facto, esquilmando progresivamente al pueblo, en nombre de la
supuesta democracia latinoamericana.
Era el sistema vigente en aquella época, en toda la Región, y
que hoy, el cuarto poder, responsablemente, trata de hacer conocer y recordar a
la gente: para no volver a caer, en la garganta de la corrupción como forma de
gobierno. Algo semejante a la “garganta del diablo” de las Cataratas del Iguazú,
lista para tragarse a todo el país. Bien valga la comparación. Sus habitantes
indígenas fueron muertos, secuestrados, dados o vendidos en todos los lugares
del mundo. Y hoy, están muy necesitados, en razón de la pérdida de su
ecosistema de vida.
Nuestra democracia ha crecido, a nivel
global, así como la libertad que decimos profesar, como sociedad. Sin embargo,
la virtud, aún no ha llegado: para devolver lo malogrado a nuestros hermanos,
indígenas y campesinos, por los golpes de la politiquería. Que sigue utilizando
como regalía, los bienes del Estado, sin
ser molestados, ni exigírsele, en ningún proceso, su devolución.
Lo justo, resultaría una indemnización, a
todos los afectados por los binacionales emprendimientos. Por haber perdido el
único lugar que tenían, para vivir con dignidad. Porque era su medio ambiente
nativo.
Hasta nuestro vecino más grande, ha
demostrado un mayor interés en reparar, los daños causados por este flagelo
mundial. Sin embargo, aquí, seguimos dando y regalando los bienes de las hidroeléctricas,
a costa de nuestros sufridos habitantes. Sin recibir, ni exigir, una justa
compensación, por parte de los condóminos.
Nuestra gente va aprendiendo, decía este
campesino, “cuanto le cuesta vender sus votos”. Afortunadamente, siempre
existió consuelo de tonto, en la espera de la solución a una realidad.
Vivimos en un sistema corrupto, sin poder
distinguir lo que es la democracia participativa, ni efectivizar lo que
nos corresponde por las regalías, de
nuestros bienes comunes: por la ignorancia y la corrupción sistémica.
Comentarios
Publicar un comentario