Lo que mayoritariamente, la gente
maneja, como un concepto de corrupción: Resultan ser los perjuicios causados,
por ella. Porque son las cosas que se ven. Los daños al Estado, el robo, el
abuso de poder.
Son todas consecuencias
directas, de un sistema, anterior y estructurado en el poder. Por lo tanto, la
única forma de prevenir tales daños o consecuencias, es comprendiendo la causa
del problema.
Conocer a la corrupción, de una
manera exacta; para no seguir en la confusión.
Solo así, podemos defendernos, como pueblo en general, ante el hambre voraz, de
los intereses económicos y la furia del
poder autoritario.
Diariamente, podemos, verificar,
la existencia de ciertas prácticas. En las diversas reparticiones públicas; que
vemos, ocasionan un perjuicio a la sociedad.
Pero, si tales hechos no tuvieran
el seguimiento, por parte de los medios de prensa. Serían simples hechos,
rutinarios de la supervivencia económica. Una lucha, que aparenta ser normal,
en la conquista de poder e intereses.
Eso nos lleva a creer, que los
hechos de corrupción, solo nos afectan en determinadas circunstancias. A veces.
Tal vez, cuando hagamos un trámite burocrático; o cuando estemos en un proceso
judicial o cuando reclamemos algo al Estado. Sin embargo, la corrupción es un
sistema de poder.
No es algo temporal o
momentáneo. Es permanente, en nuestras vidas. Una forma de gobernar. Que se
manifiesta, de manera sistemática, sobre la existencia.
Por lo tanto: Corrupción, no son,
solamente, los actos desviados; de “ciertos funcionarios corruptos”, entre
comillas. Es toda una organización, que no tiene invitados. Que no avisa a
nadie; pero que tiene, un gran banquete
compartido; de manera voluntaria o tácita, por los comensales.
*Extraído de la conferencia "Hacer crecer", sobre curacionismo, setiembre de 2014.
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