Me decía un
parroquiano del Alto Paraná: —“Las
oportunidades sobran en el país, para la corrupción sistémica”.
Según la
TGC, si un poder no puede corregir la ignorancia, como ocultación, desemboca en
corrupción sistemática.
Hasta hoy
los administradores de turno del país, siguen tratando a este flagelo de manera
romántica y subjetiva, olvidando que la corrupción, es un sistema establecido,
que necesita de procedimientos especiales, para su disminución efectiva.
Nuestra democracia
en libertad, nos permite a los ciudadanos, conocer, con nombres y apellidos,
salpicados, después de algunos hechos, actos o prácticas de corrupción
sistémica.
Ahora
tenemos la realidad; pero las oportunidades de los poderes, nublan la verdadera
justicia, que siempre se espera de un Estado de derecho.
“Aquí—me decía el paranaense—nos conocemos todos, y si o es el compadre,
es el hijo y la justicia, no camina entre parientes y amigos. Casi siempre usa
la venda, tan tradicional en el mundo”.
También se
plantea la confusión ante la opinión pública, por parte de algunos señalados.
—“¿Quiénes están libres de este flagelo?,
nos decían en campaña. Tal vez la fama de algunos componentes, de los
tradicionales, si hurgamos en sus antecedentes, la mayoría da miedo. De saber
cómo llegaron a ser nuestros representantes, de mano de los partidos”.
Pero las
oportunidades en política, necesitan ser trabajadas al máximo, para evitar caer
en la contaminación de los poderes fácticos. Ya sea a través del poder económico
dictatorial, ambos muy perjudiciales, para el desarrollo de los pueblos
civilizados democráticos. Con mayor razón cuando nuestra Carta Magna, dice que
vivimos en un Estado social de derecho.
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