Me decía un
parroquiano del Alto Paraná: —“Estamos cansados del “no” teórico y la
corrupción sistémica que nos agobia”.
Según la
TGC, el poder siempre debe bajar la ignorancia, para no caer en el descrédito.
Bien sabemos
que existen dos clases de corrupción en el mundo entero: la pequeña y la
grande. Ésta última, se denomina “sistémica”, y son sus actores, los encargados
de todo poder público. Sea cual sea el sistema político que se practique.
La
corrupción está presente, y los encargados de tal poder, deben tratar de
conocerla a profundidad, para disminuir sus niveles y así, otorgar lo que tanto
nos gusta en la vida: la justicia.
“Aquí
últimamente— me decía el alto
paranaense—se persigue a la pequeña corrupción, día y noche, y se deja tranquila a
la gran corrupción, a favor de las cúpulas populistas. Mientras la justicia
está cada día más manoseada en la calle. Si la falsificación de tesis, es un
delito, creo justo que ciertos ministros renuncien, antes que esperar ser enjuiciados
por la opinión pública. Si es que tienen conocimiento, de una ciencia llamada
ética, obligados a saber desde su función pública”.
La simple
manifestación común, de algunos funcionarios públicos, de “no teóricos”, ante
cuanto hecho, acto o práctica de corrupción, con tal de seguir en la función;
ya es considerada por la mayoría en el país, como desfasada: al existir una
claridad, libertad y virtud al servicio del bien común, para superar a ese “no
teórico”, al que tan acostumbrado estuvo el país, amparado en el famoso ñembotavy.
La
corrupción sistémica es la gran corrupción, a cuya disminución progresiva está
obligado todo poder constituido, y que éstos ciudadanos del Alto Paraná, se
están dando cuenta, de las graves “perlitas” populistas, cuyo accionar están
totalmente en la corrupción e ignorancia, que solo tiene como respuesta el “no
teórico”.
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