En Latino América casi es normal, que los
fueros tengan la función de salvar cualquier tipo de acto no tan digno, de un
parlamentario o de una cabeza poder. A veces incluso implican violaciones a la Constitución ,
mientras sus pares se callan y se desentienden del tema, antes que sancionarlo
y expulsarlo como representante del pueblo.
Esta misma necesidad, le permite facilidad a
los avivados, para sacar provecho con algún parlamentario; todo se puede
comprar, con la supuesta excusa de solución a un “problema” social urgente.
Si es una obra, se dan las primeras paladas y
nunca se termina; si se compra una máquina, generalmente es usada y con
faltante de piezas; si se otorga una concesión, es un hecho que sea en
perjuicio, tanto en los plazos como en costos, para la población.
Al final el léxico popular tiene un dicho en
Paraguay: “Si un parlamentario te dice buenos días, es mejor mirar bien el
cielo para saber si en verdad ha salido el sol”
Se ha perdido la fe de los fueros, hoy con el
estado de derecho, en libertad de acción y pensamiento, el pueblo ha aprendido
que la idea de vivir y ser ciudadano consiste en participar, opinar; peticionar
lo correcto ante las autoridades para corregir y mejorar la democracia.
Este sistema democrático es difícil de
sostener, sin caer en la degeneración y el abuso de autoridad que tanto hemos
padecido, con los gobiernos bananeros de la región. Sus perjuicios son
irreparables aquí en Paraguay, porque la formación adquirida por nuestros
políticos, en general, parecería consistir solamente en técnicas para aprovechar el cargo y enriquecerse.
Ni que decir de la experiencia y la rectitud
que deberían primar, en todo aquel con buenas intenciones de servir a su pueblo
con justicia. Eso es curación social.