Un mes después del simulacro de elecciones
democráticas, recién, los observadores europeos se animan a dar su opinión real
sobre lo que ocurrió. Realizando cuestionamientos muy graves, sobre violaciones
legales básicas, que pondrían en duda la autenticidad, legitimidad y lo que se
llama fidelidad electoral. Se salpica nuevamente hacia la gran corrupción
sistémica, tan perjudicial para el subdesarrollo.
Tenemos leyes claras, pero no cumplidas, ni por
opositores ni por oficialistas. Mientras, la población es golpeada civilmente.
Es aquel donde se puede exigir a los encargados
claridad, libertad y virtud a la hora de aplicar la ley, sin dudas. Es un
respeto que se merecen todos los partícipes de una justa electoral democrática.
Recién ahora, la ciudadanía se está percatando
de las violaciones ocurridas, en los gastos de propaganda, sin que se hayan
declarado el origen de los fondos y mucho menos, la identidad real de los supuestos
financistas. Eso ha convertido a la carrera por llegar a la Primera Magistratura
en una gran subasta televisiva. Sin ideas, sin programas, sin doctrina.
Demostramos ignorancia. Una carencia total de ética en la función pública, una
doble moral manifiesta en los cargos, y la falta de líderes que realmente
defiendan y respeten con entereza la política en democracia.
Somos los políticos únicos responsables de la
falta de seguridad en el país. Si no disminuimos la corrupción y saneamos las
instituciones, hoy, con el apoyo del dictamen de estos veedores
internacionales.
Lo mínimo es pedir la renuncia de todas las
cabezas de instituciones que cuenten con antecedentes de corrupción. Iniciar
una nueva forma de hacer política. Así tengamos integración, cuoteo, o lo que
fuere como se reparta el poder, pero no podemos seguir aceptando corruptos
amparados por los partidos y sus amigos, acallando y sobornando a la gente, a
costa de su necesidad.