Es tan importante, para el ecosistema humano,
conocer y respetar el medio ambiente, ya que de él depende la supervivencia con
mejores condiciones sociales.
Aquí en el país tenemos un Ministerio encargado
del tema. Pero me parece simpática la última noticia que se ha publicado en la
prensa, donde, supuestamente se descubre una pequeña corrupción (coima), donde
el propio sueldo del personal contratado, para seguir trabajando en la
institución, tenía un descuento obligado. Según lo difundido, solo uno de los
acusados era de “alto rango”, el resto “mulas de carga” para recaudar.
Ahora los propios personales, funcionarios,
bromeaban; y la gran corrupción es la que paga a los que mandan en el
ministerio, en perjuicio, justamente, del medio ambiente.
Pero, ¿Acaso están renunciantes los actores de
la “gran corrupción”? Que permitieron la contaminación del lago Ypacarai; la muerte de indígenas, al ser
fumigados los campos de soja, sin protección. O de las malformaciones que día a
día van apareciendo en los grandes centros de cultivo de esta planta.
Es llamativo y gracioso, cómo se permiten los
cultivos a escasos metros de nuestros ríos, y ni hablar de la reserva de agua
dulce en el subsuelo que también se va contaminando.
Mientras una “secretaría del ambiente”, con
rango ministerial, no tiene tiempo, ni sus funcionarios efectivos ni
contratados para controlar y hacer cumplir la ley. Al final, resultaron ser
agencias de empleo temporal.
El ambiente también tiene a sus fiscales, que
generalmente nunca imputan ni siguen a los sancionados por deforestación. Pasa
un tiempo y sigue el atropello a diversas zonas boscosas, incluso en parques y
reservas nacionales.
Es increíble que en un país, donde nos
conocemos todos—hasta lo que come el vecino
se sabe—nunca existan culpables cuando se trata de la corrupción sistémica.