Las naciones pueden ser consideradas
respetables, cuando sus ciudadanos comprenden el respeto de las cosas públicas;
en bien de la colectividad, y buscan por todos los medios la justicia, contra
la corrupción, que no es otra cosa que vicio e ignorancia a favor un sistema,
en contra del patrimonio del Estado; cuyos responsables directos son los
políticos, en democracia o en dictadura.
Si nuestro país fue el baúl sin fondo, en otras
épocas, tal vez estemos comenzando a corregir este carnaval gracias a la
democracia y el Estado de derecho, dentro de un marco de libertad.
Estamos siendo capaces de esclarecer los
negocios turbios creados para beneficiarse del erario público, en perjuicio de
los ciudadanos.
Sostenemos la persecución a la pequeña
corrupción; pero la “gran corrupción” manejada en los tres poderes del Estado
sigue: lavando, cobrando, colocando, accionando a toda máquina para poder dejar
pelado al Estado, además de grandes deudas al estilo de: “Persecuciones políticas”
o mejor, “contrabando cero”, total si los nuevos representantes pretenden
esclarecer los grandes desfalcos y defraudaciones al país, en compras o
concesiones cometidos hoy, para eso están los compañeros y colegas
representantes, los politiqueros, que nunca votarán en contra de los que le
dieron posibilidad de cobrar un sabroso salario, de primera mundo.
Todo a costa de la cosa pública y la ruina de
un pueblo carente de los servicios básicos e indispensables, por culpa de sus
representantes ante una democracia de boca, que compra conciencia al por mayor
sin posibilidad de curar la enfermedad que está carcomiendo a nuestros hijos
por la perdida de nuestros intereses naturales.
No se respeta mínimamente el ecosistema, siendo
que ya es una colaboración con el bienestar no solo del país, sino del mundo.