La solución, según lo que cree la mayoría, está
en el crecimiento económico.
Vendría a ser como una panacea, impuesta, que,
de manera automática, va a paliar los más diversos problemas de la sociedad.
Sin embargo, lentamente, se va entendiendo, con reconocimiento, que el tema
central de la civilización es y será la corrupción.
La expansión económica, como la construcción de
obras de infraestructura, puede llegar a impactar a los ciudadanos, a través de
la propaganda pública y privada. En contrapartida, nuestro problema de
subdesarrollo, de seguridad jurídica y social también aumentaría, casi al mismo
ritmo que la producción del agro.
El problema más urgente está en la cuestión
social y judicial, para dejar de constituirnos oficialmente como país
“bananero”. Donde todo se hace “de boca” y el mercado económico es manejado sin
criterio del bien; solo lleva beneficios a una parte ínfima de la población,
aquella más cercana y con posibilidades de utilizar los recursos del Estado a
su favor.
Mientras la gran mayoría, transpira injusticia;
respira corrupción, día a día en cada una de las instituciones.
Y no es problema de impunidad, como quieren
confundir algunos, es problema de corrupción sistémica. Porque la corrupción es
anterior a la impunidad. Sin corrupción, tampoco hay impunidad. Y hago esta
afirmación luego de 35 años de trabajo de investigación y luego de haber
postulado la primera Teoría General de la Corrupción a nivel universal.
Es sencillo demostrar “expansión” económica,
con vicio e ignorancia, lo que equivale a injusticia y corrupción sistémica.
Ésta devora sin piedad todo atisbo de civismo y coarta el desarrollo humano.
Si los futuros encargados no corrigen esta
realidad, las consecuencias serán muy graves para el país.
Nuestra deuda aumentará al ciento por ciento en
cinco años, igual o más proporción que el sueldo de los parlamentarios. Aunque
a éstos no les afecta, y, por el contrario, probablemente pretendan seguir
inflando sus salarios, en vista de que al pueblo no le interesa que sus
parlamentarios ganen sueldo de primer mundo.
Lo cierto y concreto es que debemos cuidar la
salud de nuestra economía, para no permitir que lleguemos a experimentar los
males vividos, no hace mucho tiempo, por naciones europeas; muy entusiastas
también en un pasado, prometiendo sin posibilidad de crear, lleva
invariablemente a la bancarrota, en perjuicio de la pequeña estabilidad
económica lograda en varios años. Y hoy por “crecer” nos está tentando la “gran
corrupción”, sin frontera ni ley. El remedio no debe ser peor que la
enfermedad; sin curación social no hay economía próspera, solo burbujas.
Hagamos lo justo, según lo que tenemos, para
poder progresar.