Aquí en Paraguay, la necesidad económica,
mueve, en nombre de la democracia, a los más necesitados; para ser explotados
sistemáticamente cada cinco años, sin posibilidad de mejorar; usados y
desechados, obviamente, crean una “mala versión” de la política.
No conocen bien que justicia social es tratar
de proteger y solucionar las prioridades más urgentes dentro del campo de la
política. Si no se cumple con lo mínimo, se trata de sencillos politiqueros; agente de la corrupción.
Nuestra propia Constitución, de tinte
social, a cada paso promete bienestar y
seguridad a todos. Pero llegada la realidad, en su cumplimiento, tenemos
hospitales sin medicamentos y con mucha suciedad. Falta de seguridad. Porque
nadie trabaja con criterio social, ni los que se dicen “socialistas” de sangre.
Todo es particular, una puja de prebendas y poder, para su propio beneficio,
saqueando todas las instituciones creadas: con rubros del Estado para el
pueblo.
La gran corrupción sistémica, hace lo suyo a la
perfección: Se utilizan los cargos públicos, desde arriba hasta abajo, sin
existir responsables de verdad sobre ninguna función específica. Democracia de
boca, que nos esclaviza por necesidad en todo el país. La mayor consecuencia la
sufren los niños y las clases más necesitadas de los bañados, las periferias y
las campiñas del país.
A nombre de esta “justicia social” se entregan
meriendas, pequeñas provistas y hasta sueldos; gran parte desviados por los
supuestos encargados de administrar.
Con la programación de las futuras nuevas
autoridades, ya podemos vislumbrar el mismo derrotero, si no se identifica la
corrupción sistémica, en sus causas y derivaciones.
La justicia social es la gran mentira de los gobiernos bananeros, que prometen
beneficios para llegar al poder y, una vez conseguido, solo aumentan la deuda
pública y perjudican, la calidad de vida de la ciudadanía, en lo económico y
cultural.