Me decía un parroquiano de
Alto Paraná: “Si no existe corrupción en
el gobierno, según el presi, ¿qué es entonces la licitación amañada para la
represa de Yguazú?”
Según la TGC, la ignorancia
en la ocultación del poder, fácilmente confunde los conceptos, aprovechando la
desinformación.
Hay nombres, de la
actualidad, que han pasado “transparentemente” al servicio del poder. Al licitar
“Yguazú” con los japoneses. Muy bien considerados éstos, en su país, en materia
anticorrupción. Pero al parecer, el proceder en Paraguay, resultó contaminado,
por la corruptela de los administradores.
Debemos tener en cuenta que
no es la primera vez que ocurre, con los japoneses. Sus representantes ya han
tenido sus “buenas relaciones” con anteriores gobiernos. Del mismo color, con
la misma tesitura.
En una democracia verdadera,
los conceptos juegan un papel fundamental. Porque dan claridad. Principalmente
a la hora de diferenciar, por medio de la TGC, la pequeña y la gran corrupción.
Materia que sigue siendo objeto de manipulación y ocultación. De modo a seguir
con la “transparencia” de boca, para hacer pasar las oscuras interpretaciones
de la ley en beneficio de un particular o del poder mismo.
Esto pretende dejar a la
ciudadanía sin la menor posibilidad de anular, todos los actos de los
administradores, carentes de toda legitimidad.
Alegar necesidad imperiosa,
para eludir una licitación abierta y real: es corrupción.
Nombrar a personas que no
cumplen, con los requisitos básicos establecidos, para desempeñarse con la
mayor eficiencia posible en un cargo público: es corrupción.
Si no hay corrupción tampoco
hay impunidad. Es decir, primero se necesita bajar la corrupción, para que
disminuya la cantidad de pobres y exista algún indicio de justicia social en el
país.
“En fin, es imperioso—me decía el poblador paranaense— que nuestros servidores públicos traten de comprender a cabalidad un
concepto, para comenzar a superar la ignorancia en el país”
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