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La corrupción y la farsa de la politiquería

En política se debe respetar y procurar no caer en la farsa. Ya que siempre es camino directo hacia la corrupción sistémica, en perjuicio de un partido o asociación; además del daño al resto de la sociedad.
Según la Teoría General de la corrupción, todo poder debe luchar para bajar la corrupción sistémica en un país. De lo contrario obra con ignorancia en la ocultación, lo cual hace propicio a los actores, transgredir este principio en toda democracia; pero las consecuencias la pagan, finalmente los farsantes, recibiendo todo tipo de burlas por parte de la opinión pública, en directo desmedro de la credibilidad de las instituciones nacionales, de las cuales son representantes electos.

La libertad y el Estado de derecho, capaces de orientar y corregir a cualquiera, si osara obrar con falsedad, a su beneficio y en perjuicio de la generalidad, tiene todos los resortes legales para accionar tanto en prevención como en sanción. Además, existen los tan manidos “Códigos de Ética”, tan promocionados en su momento, que deben ser aplicados, para que no sean considerados simples “muebles jurídicos en desuso”.
Con su aplicación directa, tendríamos a varios legisladores renunciantes y la ciudadanía respiraría más fe en los poderes del Estado.
Pero al parecer, los legisladores no buscan la transparencia, por el contrario siguen escarbando junto a los leguleyos, alguna forma de hacer callar y correr a los denunciantes. Con las formas garantistas del proceso, por medio del amiguismo judicial y la politiquería. Lo que genera una administración de justicia lenta y retrógrada a favor de la ciudadanía, deseosa de la justicia sin farsa.
La interpretación direccionada al único objetivo del beneficio personal, sigue siendo la constante sofística de nuestros tribunales, cuando se tratan temas o cuestiones de implicancia o gravedad constitucional.
Por eso, el curacionismo, busca la claridad, la libertad y la virtud, para bajar la injusticia y la ignorancia, elemento indispensable de toda corrupción; aquí como en cualquier parte del mundo que se llame civilizado.

Si los poderes no tratan de respetar sus códigos, corrigiendo a sus miembros, la ignorancia construye la farsa política, que destruye el sistema democrático, que los ha puesto en el poder, con la confianza depositada en el voto de la gente.

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