Siguen
confundidos algunos miembros del cuarto poder, diciendo que “las normas se
relajaron a la corrupción”
Según la
TGC, si la ignorancia en la ocultación del poder, hace estragos en la
percepción de la gente, la injusticia es el pan de cada día.
Es bueno
tratar de entender que en toda corrupción sistémica, las normas se manipulan
siempre a favor del sistema: a través de la interpretación, aplicación o la
negación. La base se ajusta, por esa razón, a la legalidad, pero no a la
legitimidad que debe tener todo acto público.
Esto genera
la opinión “la relajación de las normas hacia la corrupción”.
Ninguna
norma se relaja; son los actores de hechos, actos y prácticas de la corrupción sistémica
los únicos responsables de aplicar la norma, en una de sus dos caras: la de
justicia, o la otra, “de corruptis”,
que beneficia a la estructura.
Esta
práctica, supuestamente descubierta en una de las facultades más importantes
del país, se ha constituido hace rato, en toda una costumbre, en todos los
niveles de formación nacional: el hacer comercio lucrativo de la educación.
Industria silenciosa, “sin chimenea”, muy rentable en todos los países del
subdesarrollo.
Paraguay,
tal vez lleve últimamente la delantera. Por la proliferación de universidades y
universitarios, sin las mínimas condiciones para el desarrollo científico.
Amparados por “ingeniosas” normas de carácter obligatorio al mejor postor.
La cuestión
de los abolengos y amigos correligionarios, siempre fue y sigue siendo la
fábrica de títulos y puestos públicos en el país.
Esta
realidad hace débil e incapaz a nuestra democracia. Para que se constituya en
un medio de superación de la gente, a través de la formación profesional y el
progreso económico, se debe superar la ignorancia en todos los niveles.
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