Todo buen paraguayo, debe estar arrepentido en este
día; en el que se recuerda a nuestros hermanos indígenas, tantas veces
explotados por la corrupción sistémica.
Según la TGC, todo poder debe tratar de bajar la
corrupción para construir mínimamente la justicia.
La misma miseria de hace siglos, mantenemos para con
nuestros hermanos aborígenes. Usurpamos sus tierras sin piedad y los esclavizamos
en la ignorancia; y encima, se espera la misma efectividad de ellos, para que
se inserten a nuestra producción económica.
Nuestra democracia tiene, posiblemente, buenas
intenciones de buscar la claridad; la libertad y la virtud. Pero los actores
siguen en la nebulosa de aceptar una democracia bananera, de siglo pasado, tan desolador;
justamente, en contra de los movimientos indigenistas de los países americanos.
Al conseguir buena colocación de nuestros bonos, a costa y sobre las espaldas del Estado, habrá dos o tres años de bonanza aparente; para luego
esperar la época de vacas flacas, desde algún escaño del Congreso. Así como ha
sucedido en otros países, puntualmente, cuando se presentan a cobrar sus
legítimos intereses.
A favor de la gran politiquería nacional, sigue el
juego eterno de la realidad y la percepción, a la hora decir la verdad sobre la
política.
Estamos siendo arrasados por ideas ‘constructistas a la ligera’, sin mirar
el desarrollo cultural de la población y su capacidad para superar el flagelo
número uno del país; y, por qué no decirlo, de la humanidad en sí misma.
Un planteamiento, que el siglo 21 lo descubre, pero
que teme enfrentar a través de la ciencia social: tan abandonada por la presión
económica. Donde se utiliza la percepción política, en todo el mundo. Lo cual
provoca, que quedemos atrapados por la corrupción, en la misma miseria.
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