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La corrupción y los hombres públicos

Me decía un parroquiano del Bañado sur: “Aquí los hombres públicos, están muy confundidos: al servicio de la corrupción sistémica”.
Según la TGC el poder puede ser fácilmente absorbido por la corrupción, cuando no disminuye los niveles de ignorancia en su estructura.
La simple “disculpa”, usual entre los ciudadanos comunes, es inaplicable a los hombres públicos, ante una sociedad democrática y con un Estado de derecho, vector del buen funcionamiento de las estructuras del poder.

Justamente es el motivo por el cual las normas éticas, que no fueron respetadas en su momento por los transgresores; al cometer hechos, actos o prácticas de corrupción sistémica, lo mínimo que deberían hacer es renunciar. Para demostrar conciencia ética y voluntad real de arrepentimiento, en aras del buen funcionamiento; del respeto por las buenas costumbres en la política partidaria y social.
Hoy las facultades están más obligadas que nunca, a identificar dentro de su seno, a los que participan o alimentan la corrupción en sistema. Que sean conocidos sus actores y directores, en las distintas instituciones salpicadas con el fraude.
Todas las materias que fueron “compradas”, deben ser recursadas por los que infringieron un mandato legal y constitucional básico; con las consecuentes pérdidas de los puestos públicos en los que fueron acomodados por el sistema. También los deben perder los protectores, ejecutores y diagramadores de la corrupción política en el país.
La libertad de expresión, único instrumento del pueblo, para darse a conocer y defenderse, que alguna vez fuera cercenada, a favor de los abusos de los hombres públicos, hoy sigue siendo puesta en tela de juicio, por intereses comerciales ocultos  tras la bullanguería e inmoralidad política.
Los magistrados y funcionarios de relevancia, que siguen favoreciendo a la mutilación paulatina de esta libertad, deben ser sancionados por prevaricato. Tipificado en la legislación penal vigente. Al demostrar desconocimiento manifiesto de normas jurídicas y principios del derecho universal.
La Administración de justicia que acomoda resoluciones, sigue estando en boga en los lares de los hombres de Estado.
Este flagelo, tan bien estudiado y demostrado en el país, llamado corrupción, debe ser observado con mayor interés, como un problema principal y no subsidiario de ninguna ideología parcial.
Si los hombres públicos siguen usando la ignorancia en la ocultación del poder, como medio electoralista y clientelar, seguirá proliferando la injusticia en toda la República.

  

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