Un ofuscado parroquiano del Bañado Sur, decía: “La autorresponsabilidad protege a la
corrupción sistémica”.
Según la TGC, todo poder debe bajar la corrupción sistémica,
para no caer por su propia fuerza.
Esta costumbre en Latinoamérica de hacer una interpretación
interesada de las normas fundamentales, para beneficiar a grupos o personas,
cae en autorresponsabilidad, según se ha estudiado en la Teoría General de la
Corrupción (BLANCO LEÓN, F. podher, 2011).
Constituye corrupción sistémica, al tratar de usar a la
ignorancia en los actos, hechos o prácticas del poder.
“Siempre hay un chico
listo, que se preste a no respetar la verdadera democracia; al pretender
acomodar la norma constitucional, cuyo texto es claro y no admite duda alguna,
conforme al patrón de turno”—apuntaba el bañadense.
Al descuidar la claridad, la libertad y la virtud, en un
Estado de derecho, los encargados de administrar pueden estar cayendo en
autorresponsabilidad: con el solo afán de conseguir la tan mentada reelección,
muy bien enfocada en la Constitución paraguaya, tratando de espantar al menos
con principios, el aire autoritario de la corrupción: madre de todos los
poderes en el mundo civilizado.
Estamos un tanto acostumbrados a la interpretación
interesada, así como a los contratos de cesión de la cosa pública, a treinta
años, cuando que en el mundo, tales concesiones ya no superan los dos decenios.
Pero aquí seguimos expoliando y aprovechando la democracia
clientelista, encadenando al pueblo antes de lograr su progreso, ya que los
intereses son muy elevados y de nunca terminar. Esa es la práctica, en los
hechos y actos de la autorresponsabilidad social.