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Transparencia y corrupción

Cómo vencer la impunidad

El tránsito necesario para llegar a convertir la exposición de los números fríos, la información transaccional o las audiencias públicas, en el verdadero juzgamiento de gestión eficiente y proba de las entidades públicas, resulta algo más difícil que gastar dinero en publicidad estatal rentada y nuevo software.

“Nos muestran en internet todo lo que pasa ahora, en cada una de las reparticiones públicas; les sirve mucho a los periodistas, pero lo que nosotros buscamos todos los días es justicia, no solo en los tribunales, sino en las obras y soluciones del gobierno. Estamos hartos de la politiquería, y de los amigos que siguen surtiéndose de las licitaciones del Estado”—refería un ca’aguaceño indignado.

Concepto de corrupción, base de la tipificación

En ese sentido, la impunidad, que es puesta por los medios de prensa, actores políticos y ciertos expertos del área, como la razón por la cual la corrupción no baja, resulta una mirada muy superficial del problema. Más allá de las estadísticas sobre la falta de resoluciones judiciales o administrativas que castiguen los hechos de corrupción, se encuentra una cuestión fundamental: la conceptualización jurídica precisa, necesaria para tipificar las conductas de manera objetiva, requisito esencial para la actividad jurídica y jurisdiccional.

La teoría general de la corrupción, aporta la clave para transcurrir ese obscuro pasadizo que conecta la transparencia gubernamental, con el juzgamiento objetivo de los hechos, con sustento legal y constitucional. Las conclusiones han sido presentadas ya en el 2011, con el libro “La curación social”, y lanzado en internet el libro definitivo en 2015, que incluye un proyecto de modificación legal, sobre el acto, el hecho y la práctica de corrupción.

La acción política anticorrupción

La pregunta que hoy nos convoca es: ¿Qué podemos hacer ante un sistema de corrupción total? Antes de responderla, debemos entender una cosa:

La corrupción dejó de ser un secreto político. Una situación que estaba prohibida analizar. Por eso, decimos que la corrupción ha pasado ya, sus etapas de infancia y adolescencia. Hoy, es un fenómeno adulto, maduro y sistémico, que ya no puede seguir siendo explicado con fábulas, con  cuentitos y con falsas creencias.

El simple ataque verborrágico, pseudomoralista, contra la corrupción, ya no es suficiente. Ha llegado el momento de comprender a cabalidad: el uso, los peligros, la esencia, los fundamentos y el funcionamiento de la corrupción; como un proceso que forma parte de nuestro ecosistema social.

Ha llegado el momento de entenderla científicamente. Lo cual, no significa complicar las cosas, sino que, muy por el contrario; consiste en separar los hechos objetivos, de las creencias; con un método simple, pero preciso. De manera ordenada, clara, comprensible y transmisible, a todos y cada uno de los miembros de nuestra comunidad. Eso entendemos por ciencia, por educación y por generación de conocimientos.

El combustible: la corrupción política

Hagamos una comparación, con un elemento natural: el petróleo. Se ha utilizado durante siglos como maquillaje, como colorante y tal vez como un simple instrumento para la ornamentación. Durante un tiempo prolongado, no fue considerado como un elemento del ciclo económico básico.

Recién en 1844, comenzó su explotación como combustible; porque alguien intentó, de manera práctica, aplicando conocimientos en hidráulica, combinarlo con el proceso del vapor; a fin de aumentar el rendimiento de los motores.

Lo mismo pasa con la corrupción. Durante siglos, se pensó que la corrupción constituía únicamente, un pecado, un robo o una falta; llegándose al concepto globalizante de: transgresión individual, de una persona, al orden vigente en cierta época. En fin, la apreciación subjetiva o peyorativa, disminuía o exageraba los hechos mismos, reduciéndolo a la persecución directa de los enemigos o la ocultación de males mayores, que pondrían en peligro toda la estabilidad de gobiernos, reinos o imperios.

El derecho y la corrupción

La ciencia del derecho, a la cual vengo aportando humildemente, desde hace más de treinta y cinco años, debe evolucionar. De la misma manera que evolucionan, constantemente, las ciencias físicas, químicas, mecánicas y empresariales. Hoy, por medio de una concepción transversal del problema de la corrupción, desde la perspectiva amplia de la filosofía del derecho.

La corrupción, es el tema central del siglo, porque es la causa de otros grandes problemas que generan desigualdad, persecución e injusticia. Que ya no se ajustan a los avances obtenidos en materia de derechos humanos igualitarios y universales.

En el trajinar diario, podemos verificar, la existencia de ciertas prácticas, en reparticiones públicas; que vemos que ocasionan un perjuicio a la sociedad. Pero que si no tuviera la transmisión de los medios de prensa, no pasarían de ser, más hechos rutinarios de la supervivencia económica. Una lucha normal de poder e intereses.

¿Qué es la corrupción?

Eso nos lleva a creer, que los hechos de corrupción, pueden afectarnos solo en determinadas circunstancias. Tal vez, cuando hagamos un trámite burocrático; o cuando estemos en un proceso judicial o cuando reclamemos algo al Estado.

Sin embargo, la corrupción es un sistema de poder. No es algo temporal o momentáneo; es permanente en nuestras vidas. Una forma de gobernar, que se manifiesta de manera sistemática sobre la existencia. Por lo tanto, corrupción no solo son actos desviados de “ciertos funcionarios corruptos”, entre comillas. Si no, de todo un aparato, que no tiene invitados; que no avisa a nadie; pero que tiene un gran banquete compartido; voluntaria o tácitamente por los comensales. Entre los cuales, por desconocimiento, podríamos estar participando, todos nosotros.  Hipotecando todo nuestro futuro social, económico y de defensa; privando del bienestar futuro, de nuestra sociedad, de nuestra familia y de la dignidad como trabajadores, personas y seres humanos.

Diferencia entre claridad y transparencia

Una vez que delimitamos la real dimensión del problema de la corrupción, como enfoque de poder, se hace necesario diferenciar la lucha anticorrupción, desde el ángulo subjetivo y desde el objetivo. Porque el curacionismo propugna no solo la transparencia, sino principalmente la claridad. Porque la primera solo libera al funcionario de turno con cierto indicio de buena predisposición; en cambio, la segunda es la única que puede denunciar al sistema, que el operador ocasional se ha dignado en administrar, para bien o para mal. Para obtener el apoyo y la protección real de los ciudadanos, convirtiendo en lenguaje común: en doctrina de la curación social.

La transparencia es un valor que premia el acto de presentar documentos a la opinión pública. Es un primer paso, muy loable.

Concepto de transparencia

En esos documentos, los fiscalizadores, normalmente funcionarios del propio ente administrador, declaran bajo fe de juramento que los números allí presentados están correctos; que son la verdad sobre la gestión.

Ahora bien, el siguiente paso debería ser que esos documentos, cuenten con la claridad que exigen la ley y los ciudadanos, que son los que finalmente han confiado en la gestión de un gobierno o jefatura pública.

Por ejemplo, el balance financiero. Es un instrumento contable que busca equilibrar los ingresos y los gastos, así como el activo y el pasivo de una empresa o entidad pública. Como acto de transparencia, se pueden presentar todas las planillas de cálculo, así como los resultados finales con firmas certificadas de la comisión directiva y los auditores.

Pero, como acto de claridad:

Cada uno de los tópicos debe ser detallado a la asamblea o a la audiencia pública en una ciudad o en el Estado.

El lenguaje debe ser comprensible para cualquier ciudadano, mínimamente instruido; debe ser correctamente publicitado, conforme a las disposiciones legales, según cada caso.

—Con ello, podemos ver que la transparencia solo busca informar sobre la gestión; en cambio, la claridad, es aquella que tiene la didáctica para mostrar la realidad fehaciente, no simplemente técnica: los números que determinan la gestión financiera y física de una entidad el Estado.

Es superar la ocultación, o la ignorancia; para lograr despejar dudas, en su momento y lugar.

Dando otro ejemplo, podríamos decir que un cubo de agua, en un recipiente transparente, puede verse limpio desde un ángulo, pero sucio desde otra perspectiva y con otro fondo.

La transparencia solo nos muestra un ángulo posible, de la gestión de la administración: el aspecto formal. Pero recién cuando se someten a examen desde diferentes visiones, detalles y comparaciones, podremos hablar de que hubo claridad u obscuridad, en una determinada acción pública gubernamental. Eso en democracia, exige la participación de todos.

Ahora bien, allí recalco la importancia de diferenciar los dos tipos de corrupción: la sistémica y la contra ley; a fin de poder señalar con justeza, cuando se analizan los números y los hechos, para entablar las denuncias correspondientes. Eso es un bien para la sociedad y para el país. Con ese criterio, y ajustando la legislación vigente sobre la materia, sustentados en un principio de ciencia y equidad, se puede lograr exigir mayor justicia, superando la impunidad, que es una de las resultantes de la misma ecuación: corrupción es igual a poder sobre ignorancia, fórmula universal establecida por la TGC, la primera doctrina jurídica y política anticorrupción a nivel mundial.


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