“La facilidad para
justificar cualquier “criterio”, en la interpretación de las leyes; acrecienta
la corrupción sistémica nacional”—me decía un parroquiano del Alto Paraná.
Según la TGC, el poder y la ignorancia son componentes
básicos para que se construya la corrupción. Ningún sistema político es inmune a
este flagelo, de carácter nacional e internacional.
“Entonces el criterio
de justificación es lo más llamativo”—decía el ciudadano paranaense
preocupado.
Al verse acorralados los encargados de los poderes, arguyen
ignorancia, para justificar ante el país, los perjuicios ocasionados al
desarrollo y el respeto de las buenas intenciones: actos realizados, normalmente,
en nombre de los famosos programas de desarrollo, esgrimidos sin otro objetivo,
más que la recaudación económica de los propios programadores del poder.
“Nos llenamos de
exhortadores y recomendados, mientras el pueblo campesino e indígena, está
abandonado y hambreado de norte a sur en el país; pero según el buen criterio
financiero, hoy estamos en “deflación”; es decir, estamos viviendo gratis, pero
en el abandono y sin justicia”—sentenció.
La claridad, libertad y virtud, nos obligan a respetar el Estado
de derecho y tratar de mejorar, diferenciando los conceptos llamados: corrupción y la corrupción, a fin de
bajar este flagelo tan perjudicial en el mundo. Hoy, tan claro y verdadero que
debe ser enseñado, para poder combatir, los criterios errados implantados por
la propaganda oficial, al servicio de
los representantes del pueblo.
La democracia es participar y peticionar, con objetividad, olvidando
el personalismo y el servicio de los amigos, con el respaldo de “papá Estado”. La
mente de éste, programador de gastos hoy
promocionado, siempre gana, aparentemente, y nunca reconoce que la política
no puede seguir protegiendo “criterios” trasnochados de corrupción sistémica.