Me decía un parroquiano de la Ciudad de Pilar: “¿Quién pensaría que América Latina está hoy
dominada por la corrupción sistémica?”.
Según la TGC, todo poder está habilitado tanto para
disminuir como para sostener a la corrupción. Si se pretende que un país
progrese, es indispensable optar por la primera opción.
Nada resulta más real, al seguir los acontecimientos
transmitidos; sobre los actos, hechos y prácticas de la corrupción en toda Latinoamérica.
Sin evaluar a qué sistema político responde, la gente declara con total
convicción su deseo, por aumentar: claridad, libertad y virtud, en todas las
funciones públicas, respetando el Estado de derecho a favor de los ciudadanos,
comprometidos a cuidar y defender la democracia.
“Debemos respetar la
Constitución y evitar las interpretaciones acomodaticias, sobre la base de la ignorancia
peligrosa de cualquier partido”—instaba el pilarense, preocupado.
“Nosotros hemos pagado
la jugada, de habilitar, en nombre de la democracia, instituciones inadecuadas,
que solo sirven para desvalijar el presupuesto, en perjuicio de los más
necesitados. Convirtiendo en prisioneros políticos a la juventud en general,
que se pasa la vida pescando cargos”.
“No podemos negar el
deseo de toda Latinoamérica, de salir de su atraso desmedido, a consecuencia de
la falta de civismo, manejado hábilmente para el beneficio de unos pocos nuevos
millonarios del siglo, pero siempre a espaldas de los mismos cargos públicos”.
Tampoco puede desconocerse la gran necesidad que atraviesa
la gente, en la región, llevando la política, ideas parciales, metas acomodadas
para reducidas élites, pero expuestas a nombre de todos.
La corrupción
nunca tuvo mejor escuela, demostrativa; para ser considerada materia de
ciencia, a la sombra de todos los poderes, esperando sea reconocido el
conocimiento de este flagelo, en pos de una América Latina libre de verdad.