Un ofuscado parroquiano de Caaguazú, me explica: “Aquí las maquinaciones de las autoridades,
hacen la corrupción sistémica”.
Según la TGC, el poder siempre usa y abusa, si el ciudadano
calla: Una costumbre de alterar la ley a favor de quien manda, en perjuicio de
todos. Ocurre en cualquier sistema político.
Se hizo hábito, en Paraguay, a lo largo de su historia, para
los que han manejado los bienes públicos, el convertirlos en parte de su acervo
personal o familiar; ya sea a manera de concesiones, licitaciones,
adjudicaciones de tierras, desvíos y en general, de la disposición ad libitum del presupuesto general de
gastos.
Pero lo más peculiar de este abuso, es que siempre se
arguyó, de manera más o menos eficiente, que se estaba favoreciendo a los más
humildes y sensibles de la sociedad. Resta preguntarse, a ¿quiénes se referían,
aparte de sus propias personas y allegados?
“Los resultados se
resumen en grandes desfalcos al erario, sin posibilidad de reparar ni
penalizar, bicicleteando a la justicia y hasta persiguiendo e imputando a los
funcionarios, que pretendan o tengan ganas de cumplir el principio
constitucional”—sintetizaba con precisión el ciudadano demócrata.
Las maquinaciones se refieren, de manera propia, al manejo
de la función pública, ya que hay confusión sobre: ¿quiénes son funcionarios en el país? Llevando a la degeneración de
tal figura jurídica.
La claridad, la libertad y la virtud, conducen a pedir y
exigir a los encargados, sean respetados los acuerdos y leyes sobre la materia.
La juventud estudiosa está muy exaltada, ante tantas
maquinaciones de los ministerios, que a través de sus encargados siguen
cargando a las espaldas de los alumnos, el precio del abandono y falta de
seguridad pública.
Ningún Estado de derecho puede ser respetado sin la
ciudadanía, capaz de ir midiendo la vigencia de los derechos humanos en salud,
educación y civilidad.
Lo mínimo que podrían hacer los hoy afectados por la falta
de ética, es renunciar para tratar de calmar los ánimos de los jóvenes,
verdaderamente preocupados por su formación; peligrada siempre por los dobles
discursos, que creían haberse superado en todo el país. De éstos al envoltorio
de las maquinaciones, hay solo un pequeño paso.