“No hay nada más
triste para la gente del Bañado Sur, que ver a los corruptos sistémicos, libres,
sonrientes y sin pena”—me decía un parroquiano de dicha zona.
Esto ocurre, según la TGC, porque el poder es el encargado
de la interpretación de las leyes, en gran parte de los casos.
Este contrato aleatorio, ante la sociedad, de buscar la
justicia, muchas veces juega un papel un tanto preocupante, cuando los
involucrados son acomodados y tienen suficientes medios económicos. Pero no se
puede seguir el mismo juego, al existir antecedentes, en otros casos, favoreciéndole
con medidas que comprometan la confianza de la gente; desprestigiando el propio
trabajo de los representantes del ministerio público, tan golpeados como los
campesinos, que protestan por ser usurpados, en el pago de lo que producen, al
vender en el mercado.
Ahora se le suman los limpiadores de vidrios, quienes no
cobran los sueldos que les fueron prometidos, para que dejaran las calles. En
fin, un sinnúmero de actos, hechos y prácticas, que se agregan a los problemas
mundiales de corrupción sistémica, tan promocionados últimamente.
“Al comienzo de este gobierno,
hemos escuchado muchas promesas y hoy nos damos cuenta que la corrupción no
tiene frontera ni país; todos están a su interés económico”—afirmaba el
bañadense—“Incluso nos dicen que el “niño”
no llegará a nuestro río y que no subirá tanto. Pero ya no sabemos a quién
creer en esto del tiempo y la corrupción”.
La democracia da posibilidad de expresar la verdad y la
participación, lo cual genera, tal vez, cierta mejoría al sistema, siempre y
cuando los encargados san responsables ante el país.
Esta costumbre de los administradores de justicia, de perdonar
a los poderosos y acomodados, y perseguir a los ignorantes analfabetos,
llenando las cárceles, demuestra la poca capacidad de corregir la democracia.
Mantenida a través de la propaganda y los parientes económicos, sin otro
objetivo más que recaudar, en todos los contratos aleatorios y sociales.