Me decía un
parroquiano del Alto Paraná: “¡Qué tal! Si
aplicamos la suspensión a favor de los corruptos por error en el país”.
Según la
TGC, el poder es naturalmente, por estructura, corrupto. Por esta razón,
necesita de la probidad de sus propios actores, para dar justicia.
La
situación de interpretación, planteada por un abogado, tanteando sacar provecho
a favor de su defendido, siempre ha dado qué hablar en la opinión pública.
La buena
democracia, en libertad y en un Estado de de derecho capaz, tendrá
invariablemente una penalización efectiva en este tipo de casos. Aunque algunos
de los pares del colegiado, consideren resuelta y “fácil” la cuestión.
Todos los
hechos, actos o prácticas de corrupción sistémica, cometidos por un funcionario
público o servidor, aparte de conllevar la restitución material o pecuniaria,
son pasibles de penas cuya tipificación ya está bien establecida en el Código
penal vigente.
Ahora es el
momento, de que la administración de las cosas públicas, revierta su conducción
torcida.
“Algunos representantes de la justicia, en
voz baja, me decían que si se hace cumplir la Ley con el diputado; a partir de
allí los reclusorios no darán abasto para sostener el país”, comentaba el alto paranaense, con tono jocoso.
La suerte
de tratar de ser el “chico listo” en política, va dando sus frutos ante los
propios votantes. Al conocer la verdad sobre sus representantes, y sus precios.
“Otro chico listo—me seguía comentando
el paranaense—fue abucheado en Buenos
Aires”.
Hemos sido
testigos recientes, del efecto pernicioso contra la juventud universitaria, al
ser engañada y manoseada; por un título; sin posibilidad de ejercer su vocación
en la vida.
Todo, al
amparo de la corrupción sistémica en los poderes, en el pasado y el presente,
en su estructura.
“Si la justicia no cumple con lo que manda
la Carta Magna, a la hora de resolver este caso, aquí nadie más podrá volver a
creer en el partido…”, me decía indignado este ciudadano de tierra adentro.
Justamente
ese fue siempre el motivo suficiente para tratar de bajar la corrupción
sistémica y aplicar correctamente la Ley en cada caso, levantando la confianza
en la justicia; único medio para que se respeten la cosa pública y la primacía
del bien común.
Si un poder
deja sucumbir la verdad, cajoneando en “suspensión”, habrá mucha ignorancia.
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