No puede existir cultura sin repetición, costumbre sin hábitos y rutinas. Eso construye a un país y lo mantiene como tal.Es el peso natural, cuasi biológico, equilibrado por su tradición.
Para muchos ayer fue un día esperado, tal como los resultados, pero igual incierto.La elección de autoridades por medio de una selección de listas y la invocación de sutiles candidaturas presidenciales, resultó por demás sano para nuestra joven democracia. Se necesitó volver a lo esencial de nuestra patria, a lo que nos une, a fin de identificar bien la problemática y de una vez por todas despertar.
Al embriagado no se lo cura restringiéndolo en el acceso a la bebida, por el contrario, se le debe dar hasta que llegue al punto del hartazgo, vomite, y huela su propio vómito. Así lo sabe nuestro pueblo, que es curacionista por esencia; pero curacionista natural, no muy apegado a los fármacos artificiales, como los que se quisieron ofrecer con prospectos apresurados y sin fundamento. Cada día más admiro la inteligencia del gran pueblo paraguayo.
Al que quiere ser y pone hasta lo que no tiene con tal de llegar, este pueblo lo premia, con justicia, lo prueba, lo examina; al final, debemos reconocer indiscutiblemente que este pueblo no improvisa sino que experimenta para saber. Es un pueblo hasta si se quiere científico.
Con la decisión de la gente, en uno u otro sentido, al medir la fuerza de lo ganado y compararla con la noción de lo aspirado nos daremos cuenta de la gran prueba, del examen imparcial al cual nos somete el pueblo paraguayo.
Se necesita volver a lo esencial para volver a encontrarnos como cultura, como nación; pero, espero no piensen los ganadores que el pueblo no ha aprendido lo básico para exigir a las autoridades y co-gobernar con ellas. Este pueblo sabe a quien podrá exigir más y a quien no. Al final, en Paraguay, nos conocemos todos.
¡Viva por el triunfo de nuestra cultura, que, aunque muchos la reprueben, es nuestra!
Son pasos de curación social. Adelante compatriotas.