Sistema previo
Un parroquiano de Pilar
me pregunta: “¿La corrupción sistémica
la hacen los funcionarios o los mandamases de turno?”
Según la TGC, cuando al poder usa la ignorancia como su divisor central,
convierte sus actos gubernativos en injusticia, que no es más que corrupción sistémica.
La situación que se plantea
al país con la democracia de acción y pensamiento, de a poco, va forzando a
la ciudadanía a comprender, a través
del cuarto poder, el valor de la información
veraz. Ciertamente es el único medio de saber sobre todo lo que ocurre en las funciones públicas.
“Si nuestros funcionarios desconocen la magnitud de sus responsabilidades, como depositarios
de la fe pública, poco o nada habrá de Justicia...”,
repetía el ciudadano de tierra adentro.
Procedimientos y
ética
Ordenar esta cuestión de las “funciones públicas”, es
una tarea ciclópea, ante tan abandonados valores de sus miembros, que están
acostumbrados, desde hace décadas a usar
su cargo y momento, para conseguir beneficios
tanto económicos como sociales, normalmente en perjuicio directo del
Estado, haciendo creer, por medio de la propaganda oficial, de que se trata
proyectos de bien común.
La claridad, la
libertad y la virtud, deben ser los valores de todos los funcionarios, a fin de superar la ignorancia. Porque solo por medio
de la ciencia, al servicio de la enseñanza, se superará la simple visión subjetiva de las cosas, para
adentrarse en una realidad medible y con posibilidades
prácticas de mejorar en un futuro, con el acompañamiento de todos.
Nueva estrategia y
doctrina
Esta coordinación nacional, debe estar acorde a las normas constitucionales así como los acuerdos y convenios internacionales,
aprobados y ratificados por nuestro país, a fin de aumentar las garantías de
justicia, para propios y extraños, transformando radicalmente la figura de “país corrupto” que se sigue
expandiendo en nuestro detrimento.
“Solo así se podrá
corregir este descontrol judicial y político, que ha perdido la brújula ética casi en su totalidad”,
espetaba el pilarense.
Somos pocos y nos
conocemos todos; nos merecemos respeto
como ciudadanos, por parte de cada uno de los que ocupan cargos públicos, de la categoría que fuera. La función pública está para el servicio al pueblo, y no para servirse
de ella, o realizarla solo cuando se van a quitar beneficios personales o sectoriales.
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