El sistema
Un parroquiano de Alberdi
me dice: “Los peligrosos sostienen a la corrupción
sistémica en todo el país”.
Según la TGC, la ignorancia como elemento de continuo
movimiento, facilita la conexión al
poder.
Esta claridad,
libertad y virtud, en boca de ciudadanos preocupados sobre el buen manejo de las cuestiones públicas,
nos demuestra la necesidad de buscar una forma de explicar a la gente, acerca
de la posibilidad real de bajar este flagelo; conociendo bien el origen de los:
actos, hechos y prácticas de toda
corrupción sistémica, cuyo centro está en todo poder. Ya sea como abuso,
influencia o no respetando la razón de sus cargos.
Los peligrosos existen en cualquier sistema político y
siempre serán muy preferidos, por los mismos administradores; por la voluntad un tanto temeraria y por su firme decisión para obedecer sin preguntar.
—Alma y vida de la
tiranía, —repetía el demócrata del sur —nosotros
tenemos muchos de esos todavía aquí, en los puestos públicos, a quienes de
tanto en tanto el cuarto poder los presenta de cuerpo entero.
La realidad y la reacción social
Esta categoría social juega un papel importante a la hora de
realización y organización de la
corrupción sistémica, ya que utiliza todos los resortes a su alcance, para
presentar alguna forma de interpretación de leyes, utilizando la ignorancia,
buscando beneficiar a su entorno familiar o partidario. Pretendiendo
hacer política, canjeando cargos o
recibiendo fidelidad para su economía
del buen vivir, en una democracia
sin valores, carcomida por las más grandes injusticias, cada día en todo el
país.
Hoy día la juventud ha
despertado de su letargo y comienzan a buscar valores, en la administración y denuncia a los más temerarios aprovechadores, peligrosos de raíz y
corazón.
Si bien la Constitución
Nacional y sus concordantes, los consideran a éstos funcionarios, como directos responsables, aquí, políticamente se
puede entretener y hacer pasar tiempo, hasta que se declare inocencia o prescripción de la causa, pese a que son
responsables de desfalcos y todo tipo de perjuicios al erario, llevándolos así,
al bendito “exilio del olvido”, para
nunca más recordar los tristes principios de estos peligrosos.