El acomodo democrático
Un parroquiano
de Pilar, me explica: “Los acomodados y la corrupción sistémica
son como siameses”.
Según la TGC, todo poder debe superar la corrupción, para pretender desarrollar
verdaderas políticas públicas eficientes.
Así como los
acomodados de la sociedad, la corrupción sistémica, siempre está a la puerta de cualquier forma de gobierno,
sin la aparente posibilidad de mejoría: salvo respecto de los intereses personales o sectarios. Así es como se callan, en un
país, muchos de los antecedentes, previos a la toma del poder mismo.
“Una democracia
de nombre, pero movido por intereses económicos, regando a los supuestos políticos acomodados, dando como resultados
cada día mayores perjuicios al erario”,
afirmaba el demócrata pilarense.
La opinión
pública, conoce la deuda generada y los
perjuicios en las instituciones, sin ninguna buena voluntad de devolver al
sufrido pueblo.
Influencias
Aquí es donde
juegan su papel los amigos, parientes y correligionarios muy bien posicionados
en el Estado, utilizando la ignorancia
en la administración de justicia, en todo el país, a través de los poderes.
Ya sea, a través de una ley o contrato
público-privado.
Esta
circunstancia no es fácil de cambiar, en la administración pública, sin la claridad, la libertad y la virtud,
insertas como doctrina general.
Los acomodados
son los intérpretes y directores de
todo poder, en cualquier lugar donde exista civilización humana.
Retroceso en derecho
América Latina
nos muestra con gran placer a éstos: sencillamente, confundiendo las cosas
públicas, con sus intereses personales. Así es como se crean concesiones, acuerdos y leyes leoninas; todo en perjuicio de
los pueblos originarios y de los más necesitados. La pérdida constante de los derechos obreros, pero contando y
cantando los progresos de unos pocos acomodados, sostenidos y prendidos a las
élites fácticas de los Estados; conocidos antiguamente como “familias
gobernantes”.
Hoy la juventud
está con intención de superar la ignorancia y la corrupción en el Paraguay, porque el acomodo no conduce ni a la libertad, ni a la claridad, ni mucho menos
construye una democracia con virtud y valores.