De la fortaleza del ciudadano
Un parroquiano del Bañado Sur me decía, “hemos aprendido la ‘dignidad’, por la
fuerza, para poder enfrentar día a día la corrupción sistémica del país”.
Según lo
estudia la TGC, la ignorancia siempre está en movimiento y cambio
constante, dentro del sistema de poder.
Esta claridad
en cuanto a la dignidad, expresada
por el ciudadano, y la corrupción
sistémica, parecen unidos, hasta se podría decir, de manera simbiótica, ya
que al buscar destrabar una de ellas, nos encontramos ante un callejón sin
salida. Tal vez por la subjetividad de la dignidad y lo objetivo de la corrupción
sistémica, tan común en el país.
¿Qué es bien común?
Este
paralelismo nos permite apreciar las dos caras del asunto, y el cómo la corrupción es también, como la
política, arte y ciencia; con
procesos ‘mágicos’. Por el contrario, la dignidad
solo afecta a un sujeto, pero, la interpretación
juega un papel mucho más importante.
“Aquí lo rojo es blanco, cuando hay interés de beneficiarse; ahora hasta
los concursos tienen su ‘arte de magia’, sin ser reconocida la verdad como
objetivo”, acotaba el bañadense.
Nuestra
democracia va teniendo, de a poco, los principios
de justicia y respeto hacia un Estado de derecho constitucional.
Latinoamérica
está despierta, ante la sombra de este flagelo,
llamado ‘corrupción sistémica’, cuyos resultados
son visibles perjuicios, que, cual temporal inesperado, atropella a los más necesitados.
La nueva idea y acción
“Hoy el bañadense ya se considera capaz de
salir adelante, con dignidad, antes que seguir entregando “cheques en blanco”,
a políticos de ideología parcial
bajo el brazo, que solo usan la oportunidad de sus cargos, para aprovecharse de
nuestra necesidad”, aseveraba el asunceno.
La prueba
palpable, la tenemos en las centenares
de escuelas en ruinas, las carreteras partidas por la mitad, los pueblos
originarios abandonados y los campesinos engañados.
La claridad, la libertad y la virtud,
están presentes en la ruta del progreso de los pueblos, siempre que se disminuya
la corrupción: saneando la política,
única disciplina práctica que permite, al menos buscar el bienestar de su pueblo, haciendo respetar la justicia
verdadera y superando la componenda, el compadrismo y el amiguismo, entre peligrosos
y acomodados, siempre muy beneficiados de la riqueza de los bienes públicos,
descuidando la equidad y el bien común.
“Hay libertad
de acción y pensamiento, pero en una democracia, tan pobre y peligrosa, en
manos de aventureros peloteriles”, repetía el parroquiano, buscando
dignificar la virtud.