—“Nuestro país parece
que se automatizó a favor de la corrupción sistémica, a la hora de aplicar e
interpretar las leyes ambientales, solo se busca imitar pero sin conocimiento, en
contra de los bienes naturales”—me recalcaba un asunceno.
Según la TGC, la ignorancia en la ocultación del poder,
permite crear percepción dentro de la estructura del Estado.
En toda democracia de verdad, con libertad de acción y
pensamiento, se busca la virtud, a la hora de hacer cumplir los preceptos
constitucionales. Pero si los encargados de esa administración no logran
aplicar la buena política, por carecer de los recursos humanos capaces de
llevar adelante este compromiso social.
Nuestro país estuvo mucho tiempo en la tempestad del
silencio absoluto, obedeciendo sin preguntar, ni saber la razón de la vida de
una nación libre y capaz ante los demás pueblos del mundo civilizado.
Este recurso humano, al carecer de una doctrina y formación
en sus planteles, viven regalando, a cualquier macatero, sus recursos naturales
de los valles y ciudades más importantes, a precios irrisorios.
Hablar de recursos humanos en un país subdesarrollado,
manejado con una política amañada, al servicio de los poderosos económicamente,
deja perjuicios y necesidades al resto de la población más carenciada. Como lo
son, por su constante desprotección: indígenas, niños y en fin, todos los más
frágiles del país.
Así es como se hace surgir una “clase alta”, a costa de los
altos precios pagados por el pueblo en las binacionales, desde los salarios,
las licitaciones y los contratos que siguen entregando gratirolas nuestra energía al vecino.
La buena aplicación del derecho en la interpretación, sin
ignorancia, de la Carta Magna, posibilitará bajar la corrupción sistémica,
obligatoriamente; no esperando como ahora, que se “inspire” la ética de los
funcionarios, que permite la ocultación en la estructura de los poderes.
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