Una parroquiana de Ca’aguazú me afirma: “La responsabilidad de los funcionarios se
encuentra en todos los comportamientos corruptos en su función”.
Según la TGC, la responsabilidad en la función
púbilca no admite ignorancia.
Esta situación afirmada por alguien que está
viviendo los actos, hechos y prácticas de la corrupción sistémica, que
distingue perfectamente la diferencia entre un ciudadano común y otro que está
encargado de cuidar, mantener y hacer florecer, incluso, el bien común.
Si ellos no cumplen a cabalidad ese compromiso de
responsabilidad, hay ignorancia e injusticia, en su accionar.
Aquí vamos distinguiendo la intención de lo subjetivo
de los funcionarios, que pretende muchas veces esconder la objetividad de los
sistemas de corrupción. Solo con esa clara identificación podremos ir bajando
los niveles del flagelo en nuestro país y el mundo.
Al no clarificar estos conceptos, en la lucha
fácilmente los encargados de las funciones públicas pueden alegar ignorancia o
error, en el cumplimiento cabal de sus funciones, arguyendo cualquier
imposibilidad o interpretación política.
En países más adelantados, ya existen doctrinas
jurídicas sobre la “ignorancia deliberada”, ante cualquier acto, hecho o
práctica de los encargados de justicia.
Pero aquí, aun teniendo el antídoto, sigue
prevaleciendo el accionar del “ñembotavy”,
típico, “made in Paraguay”.
“Y el famoso mi amigo”, agregaba eufórica la
dignísima señora.
Nuestras leyes anticorrupción, son bastante
adelantadas, así como nuestro Código Penal, pero necesitamos hacer
modificaciones y ajustes para cumplir los requerimientos de las Convenciones
internacionales, aprobadas y ratificadas por el país.
Solo manejando los criterios para una lucha
objetiva anticorrupción, tendremos la posibilidad de bajar este flagelo de la
gran corrupción en el país y el mundo, siguiendo los lineamientos teóricos
comprobados de la Teoría General de la Corrupción (2011 y 2015).
Constituye una ciencia social y una nueva
didáctica escolar, para que lo legal en la administración de justicia se
actualice y ya no sea una herramienta de distorsión e ignorancia, para el abuso
de poder; devolviendo la importancia a la función pública, en la superación de
la corrupción sistémica.
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