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La corrupción y los privilegios

Un alberdeño muy ofuscado aseveraba: “La mala aplicación de una ley, es abuso de derecho, que es igual a corrupción”. Según la TGC, el poder está obligado a disminuir la ignorancia en la ocultación, que se manifiesta precisamente en la interpretación legal. La cuestión de un supuesto “privilegio”, con respecto a trabajadores del sector público o relativo al servicio estatal, debe ser tomado con pinzas, ya que en el derecho laboral, tales mejorías, acordadas entre el poder y el trabajador, son un medio de equiparar fuerzas claramente desiguales: correspondiendo la parte más débil siempre al funcionario.

La corrupción y el zorro

Me decía un parroquiano del Bañado Sur: “¿Qué el zorro no puede cuidar el gallinero? Sin embargo, la corrupción sistémica siempre es ley.” Según la TGC, todo poder del Estado, puede exigir cumplimiento a sus seguidores, votantes y funcionarios. Pero, si no baja en sus círculos, la ignorancia en la ocultación, traducida en privilegios y beneficios inherentes a la gran corrupción, que es objetiva, más que de los sujetos, cundirá la desconfianza ciudadana en el gobierno; tanto respecto a su cualidad democrática, así como a  su legitimidad de acción.

La corrupción y los planeamientos

Mucho se habla de corrupción en los últimos días, casi como la noticia predilecta y la proyección perfecta para tapar negligencias importantes en lo gubernamental. “Hoy simplemente, se ha conformado un triángulo perfecto, con vértices de corrupción, poder e ignorancia; unidos como siameses” , me decía un parroquiano del Bañado Sur, ante este temporal del niño muy tempestuoso. Según la TGC , ni el poder puede sanear, sin la ayuda prestada por la superación de la ignorancia.

La corrupción y los kamikazes

Me decía un parroquiano de Alberdi: “El país está manejado por kamikazes a favor de la corrupción sistémica, ofreciendo y jugando al mejor postor con los bienes de la República”. Según la TGC, la ignorancia en la ocultación de todo poder se sirve de la falsa percepción del ciudadano. Nuestra democracia medio renga y frágil, camina al margen de un Estado de derecho, movido por la ciudadanía, alguna más precavida que otra para utilizar el espacio político, diciendo la verdad sobre los hechos, actos y prácticas de la corrupción en el país.

La corrupción y la parodia

          “Esta democracia, con libertad de acción y pensamiento, nos muestra diariamente una parodia, en vivo y en directo, de la corrupción sistémica”, me decía un altoparanaense utilizando un eufemismo.       Según la TGC, todo poder que cae en ignorancia utiliza estructuralmente a la ley y las atribuciones que ésta le otorga, aumentando privilegios de cercanos y favoreciendo a círculos económicos internacionales a los cuales se adhiere. A eso se llama instrumentar la ley.

La corrupción y los promeseros

“La razón del respeto en política es tratar de cumplir con lo prometido, ante los componentes de una sociedad, que elige por medio del voto” —me decía por teléfono un parroquiano del Alto Paraná. Según la TGC, la ignorancia en la ocultación del poder, puede generar con la percepción, una gran injusticia. Lo prometido a la gente, sobre tal o cual práctica, hecho o acto, debe ser honrado. Sin embargo, rara vez un político puede cumplir en nuestro país, tan carente de principios y civilidad, descuidados en la educación pública y social. Es el desconocimiento sobre la propia democracia, con libertad de acción y pensamiento.

La corrupción: intencionalidad mediática

   Un parroquiano de Alberdi me decía: —“La propaganda en los medios de prensa, de que se hacen obras o se invierte dinero del pueblo, siempre juega a favor de la corrupción sistémica. Porque no ayuda al análisis, solo se busca impresionar”.    Según lo estudiado por la TGC, lo mediático, forma la percepción, que podría favorecer a la ocultación de actos de corrupción.    A veces la gente no comprende que la corrupción sistémica necesita tanto del poder, como éste necesita de la ley, para lograr los objetivos económicos en la sociedad.