Un alberdeño muy ofuscado aseveraba: “La mala aplicación de una ley, es abuso de derecho, que es igual a
corrupción”.
Según la TGC, el poder está obligado a disminuir la
ignorancia en la ocultación, que se manifiesta precisamente en la
interpretación legal.
La cuestión de un supuesto “privilegio”, con respecto a
trabajadores del sector público o relativo al servicio estatal, debe ser tomado
con pinzas, ya que en el derecho laboral, tales mejorías, acordadas entre el
poder y el trabajador, son un medio de equiparar fuerzas claramente desiguales:
correspondiendo la parte más débil siempre al funcionario.
Este principio está contemplado en la mayoría de los sistemas
constitucionales del mundo, y se ve plasmado en los contratos colectivos,
suscriptos conforme a la Carta Magna, que reconoce estos derechos como humanos,
inviolables e irrenunciables, ante cualquier poder público contratante.
Ahora bien, ya la entrega a la corrupción sistémica, casi siempre ocurre a través de los representantes sindicales, amparados por la ignorancia imperante a la hora de buscar una solución a los conflictos. Por ende los más necesitados, como lo son los contratados y otros excluidos, pagan la configuración de la corrupción sistémica, disfrazada de panacea administrativa de gobierno inaugural o semi-acomodado en el poder.
“Hay privilegio—insistía
el de Alberdi—al no respetar el artículo
47 de la Constitución Nacional; y establecer privilegio a ciertos funcionarios
públicos amigos del poder de turno y esperar la solución a sus problemas
económicos. Pero esto fue aclarado por un Ministro, quien dijo que se luchará
contra la corrupción sistémica y el respeto de un Estado de derecho según la
Ley…”
“Nosotros creemos que
terminarán los funcionarios privilegiados, que son excluidos como empleados
públicos de la propia ley de la función pública, sin respetar la definición que
da el artículo 14 numeral 14 del Código Penal”—concluía el hombre del Sur,
muy avezado en la cuestión.
La democracia y la libertad de acción, otorgan muchos
derechos, cuando se ejercen con claridad y virtud: camino obligado para todo
buen ciudadano, que busque decir la verdad sin miedo a la ignorancia y los
privilegios del poder fáctico.