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La corrupción y el contrapunto

Me decía un parroquiano del Bañado: — “El único mal del país es la corrupción y la ignorancia; pero sigue sin ser reconocido por las autoridades”. Según la TGC, el poder y su estructura, son los encargados de bajar los niveles de ignorancia y corrupción. Este concepto archiconocido en nuestro país, fácilmente se confunde por los intereses económicos y políticos, sin importar los resultados futuros, sino solo cumplir con la propaganda mediática.

La corrupción y el despertar

Últimamente, la ciudadanía ha mantenido un despertar absoluto, sobre la democracia y la corrupción sistémica. Según la TGC, si la estructura del poder no puede disminuir la ignorancia, se producen las injusticias, expresadas en las propias decisiones gubernamentales. Hemos desarrollado y demostrado que la corrupción sistémica, es la que hace posible, la existencia de la corrupción genérica (crimen o delito común: individual u organizado). Es así en el mundo entero.

La corrupción y la presunción

“Esta presunción —me decía un parroquiano del Bañado Sur— no debe figurar en el plano de lo económico, porque actualmente la corrupción sistémica hace estragos al ciudadano común”. Según la TGC, el poder corrupto, es aquel que permite, con involucramiento directo o negligencia, la primacía de la ignorancia en la ocultación, dentro de su estructura y funcionamiento. Por la mala utilización de los poderes, empresas que explotan recursos naturales del país, pueden aprovecharse de la desinformación y obtener ingentes beneficios, a costa del perjuicio general.

La corrupción y la inversión

Me repetía un parroquiano del Alto Paraná: —“La niña bonita en el país, son la timba y la maquila: todo movido por la corrupción sistémica”. Según la TGC, el poder, naturalmente corrupto, debe bajar la ignorancia para poder levantar la justicia. A simple “vista y oído”, toda inversión sería buena, ya que mejorará de alguna manera los medios de vida; pero si un Estado democrático, en libertad, está copado por la timba y similares negocios, utilizando la estructura del poder para esclavizar, económicamente a sus habitantes, la inversión se convierte en imposición nefasta.

La corrupción y los roles sociales

Me decía un parroquiano del Alto Paraná: “Todos los elegidos en voto popular tienen otro trabajo, en particular; me parece que eso también es corrupción sistémica”. Según la TGC, la ignorancia en la ocultación del poder, utiliza la interpretación legal, en su beneficio. Nuestra novel democracia, impuesta en nuestro país, tuvo sus pequeñeces; al confundir buena política con politiquería, al servicio de una élite de facto, cuyas consecuencias, todos, seguimos pagando, año tras año. Es el precio de tener seudo políticos, comerciantes y sin vocación al servicio de los más necesitados: como los niños e indígenas. Ambos son incapaces de defender su posición social, usurpada por el “más fuerte” y organizado en mafia, que, siempre debe estar sostenida por la corrupción sistémica política para subsistir. Sea cual sea el sistema político, así sigue siendo en Paraguay y toda Latinoamérica, como consecuencia directa de la falta de lectura y enseñanza de lo que implica política.

La corrupción y la suspensión

Me decía un parroquiano del Alto Paraná: “¡Qué tal! Si aplicamos la suspensión a favor de los corruptos por error en el país”. Según la TGC, el poder es naturalmente, por estructura, corrupto. Por esta razón, necesita de la probidad de sus propios actores, para dar justicia. La situación de interpretación, planteada por un abogado, tanteando sacar provecho a favor de su defendido, siempre ha dado qué hablar en la opinión pública.

La corrupción y los ciudadanos

Un parroquiano del Bañado Sur me decía: “Al fin se descubrió a la corrupción sistémica en la Cámara Baja. Ahora esperamos que suba arriba” Según la TGC, la ignorancia en la ocultación de todo poder, produce invariablemente corrupción. Aquí comienza lo bueno de un sistema democrático, en libertad y con un Estado de derecho, comprometido ante la opinión pública, al interpretar la ley para aplicar las consecuencias para todo hecho, acto o práctica de corrupción sistémica.