Relleno constitucional
“¿Los
vicios escritos constituyen
corrupción?”, me pregunta una parroquiana de Pilar.
Según
la TGC la ignorancia tiene grados,
en toda acción que esté al servicio de los poderes.
Cuando
hablamos de “vicios escritos”, introducidos incluso como norma, ya estamos
teniendo una prueba a la vista del
derecho penal; lógicamente puede ocurrir en la ejecución de un sistema de
la corrupción, para favorecer a una
persona, grupos y asociaciones con fines políticos, que por detrás esconden
los verdaderos intereses: beneficios
económicos de élite. Por eso es importante conocer este principio de ciencia, de modo a no
dejarse engañar con las supuestas “campañas
propagandísticas anticorrupción”, que solo presentan como corruptos a los
funcionarios menores, dependientes y que son simples operantes de toda la estructura de gobierno.
Autonomía jurídica
Con
este nuevo estudio se establece la autonomía
de los delitos de corrupción, que adquieren la denominación genérica de: actos, hechos y prácticas, en la
interpretación.
“Los
vicios escritos serían entonces los actos, comprobados
con documentos”, recalcaba esta ciudadana
preocupada.
Al
tener esta claridad, libertad y virtud
al servicio de la democracia de verdad y de acción, nos damos cuenta del papel
preponderante del derecho y la razón, a la hora de bajar este flagelo
del mundo, llamado corrupción sistémica.
Orden de prelación
Nuestra
Carta Magna es bastante clara al
señalar, así como los convenios
internacionales de la lucha anti-corrupción, en vigencia, que todo aquel que
ejerza, cualquier tipo de trabajo o función en el Estado, ya sea política o
solamente operativa, son funcionarios
públicos, y por ende sujetos a cumplir estrictamente
sus normas. No tienen ninguna excusa, mucho menos de ignorancia, para
quebrantarlas y pretender acomodarlas a
sus intereses. Esto es lo que se entiende por administración pública, de recta y justa justicia.
“¿Cuál
es la razón para que no se respeten
entonces? La seriedad comienza respetando el marco constitucional, no
pretendiendo acrecentar negocios a costa
del Estado”, subrayó la ciudadana.
Si
la coyuntura política, olvida respetar con humanismo
y humanidad al derecho, cualquier
sistema político se vuelve pasto de
la frágil conciencia; con argumentos mercantilistas, que llenan de
espejitos y baratijas, para atrapar los votos escritos de la gente, alegando voluntad popular y mayoría, para
satisfacer a su pequeño círculo. Una práctica, que en una democracia de fachada, ha llevado al
caos, a los pueblos latinoamericanos, teniendo siempre como telón de fondo transgresiones a los marcos legalistas,
que en la función pública gubernamental, pueden llegar a constituirse en
crímenes de lesa humanidad,
imprescriptibles, por atentar el propio
estado de derecho y la civilidad, con vicios irreparables ocasionados por
la ignorancia y la corrupción.
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